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FIC DANGEL (AITOR V)

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FIC DANGEL (AITOR V) Empty FIC DANGEL (AITOR V)

Mensaje  Jaitower Lun Feb 22, 2010 7:51 am

Pues nada, aquí os dejo otra vez mis fic. Aquí os dejo el Dangel, y en el otro lado os dejo el Pangel (que lo tengo ya a punto de terminar)

Bueno, pues empecemos:

CAPITULO 1

Aquella noche me desperté sobresaltado, no sé si por la pesadilla que tuve instantes antes o por la sensación de estar abrazado a algo. Abrí lo ojos como platos y lo primero que vi fue una nuca. Me incorporé y me asomé al rostro oculto de esa nuca. No sé por qué, pero al verlo, respiré aliviado, creo que más por ver que Ángel estaba conmigo que por recordarlo todo. ¿Cómo llegamos a esta situación?

Todo empezó el día antes. Sonó el despertador poco antes de las seis de la mañana. Era viernes. Teníamos todo el dia por delante para preparar el programa. Yo apagué la alarma, pero me quedé un poco más en la cama. La noche antes nos acostamos tarde y había bastante sueño aún. Entonces decidí levantarme y buscar a tientas, pues aún tenía los ojos cerrados, el mando a distancia de mi cadena de musica. Cuando lo encendí, estaban dando las seis justas.

- Como siempre, justo a tiempo,- pensé.

Me levanté de la cama, levanté un poco la persiana para que entrara algo de luz y me fui a la habitación de Ángel. Tenía la puerta cerrada y llamé un par de veces. Al recibir la callada por respuesta, decidí entrar. Ángel seguía roque total, a pesar de que su despertador seguía cantando como un cansino grillo de cinco metros (imaginaos el ruido que hacía). Fui hacia él, le toqué el hombro y le meneé suavemente mientras le llamaba susurrante.

- Ángel, Ángel, despierta, que siempre lo mismo.

Conseguí que se despertara, pero no que se levantara.

- Cinco minutos más...,- me contestó somnoliento, mientras se tapaba del todo con la sabana.

Apagué su despertador, levanté la persiana y le desarropé. Vamos, como una madre cuando levanta a su rezagado hijo para ir a la escuela. Al notar el ruido de la persiana, frunció el ceño, se hizo una bola y se tapó la cara con la almohada.

- Venga, Ángelote, que aún hay que preparar el guión del programa de hoy...

- Hoy no me apetece...,- me contestó con cierto malhumor de debajo de la almohada.

- ¿Qué dices?

- Si siempre es lo mismo,- dijo, ya sin almohada, y con un ojo abierto -. Usemos él guión de un programa anterior. Nadie notará la diferencia.

- Eso es lo que tú te crees.- Me acerqué hasta él y le tomé del brazo -. Venga, arriba enano-, e hice el esfuerzo de tirar de él. Cuando se incorporó, se levanta de la cama y me sigue hasta la cocina. Mientras pusimos la cafetera a funcionar, Ángel se fue a la ducha, mientras yo aireaba la casa un poco y me puse a hacer la cama. Cuando ya estaba el café listo, preparé dos tazas y avisé a Ángel, llamando a la puerta.

- Vale, ya voy,- me contestó, al tiempo que cerraba el grifo -. Oye, Dani, ¿no hay toallas?

- Tiene que haber, que ayer las tendimos para que se secaran. Mira bien.

En ese momento sale con una toalla enroscada en su cintura. Entonces me metí yo, mientras él se tomaba el café y hacía su cama. Al salir, medio recogimos un poco la casa. Mientras yo pasaba un poco por encima el aspirador, Ángel recogía los rastros de la cena de anoche.

- Que sea la última vez que pedimos una pizza con doble de pollo, que creo que no esa carne no era ni de animal de granja,- me dijo mientras recogía el cartón.

- ¿Por qué lo dices?

- Creo que me sentó mal...,- y se lleva la mano al estómago.

- Pues yo te veo igual de avinagrado como siempre,- y me reí.

- Eres un cabrón...,- me espetó con media sonrisa.

Mientras yo me tomaba el café, noté a Ángel algo raro, más de lo normal. Estaba como ido, muy ensimismado en sus pensamientos. No le di importancia, ya que aún estaba dormido, y supuse que sería el sueño que tendría. O tal vez en verdad le sentó mal la pizza de anoche. Le miré en silencio mientras él terminaba de recoger un poco el salón y la cocina.

Ahí me empecé a dar cuenta de que le estaba viendo con otros ojos, no como siempre le solía ver. Quizá, sólo quizá, al ser amigos desde siempre, nos veíamos más que amigos, como hermanos. Por eso, en vez de pensar: "Ya se le pasará", empecé a interesarme más en su vida, en sus sentimientos, como dos hermanos, pero decidí no hacerlo, no fuera que me mandara a la mierda como él solía hacer siempre.

Poco después, desayunados, limpios y vestidos, nos fuimos a los estudios. Ahí fue ya donde empecé a notar que Ángel estaba raro...
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Mensaje  Jaitower Lun Feb 22, 2010 7:18 pm

CAPITULO 2

Llegamos a los estudios algo más temprano de lo normal, ya que apenas dieron las ocho y ya estábamos los dos con los guionistas sentados en la mesa para preparar el guión y grabar los sketchs. Con nosotros también estaba el resto del equipo "visible"; vamos, q estaban Patricia, Pili, Berta, Miki, Jose, Mario, Rober... En fin, todo el equipo.

Comenzamos con el foro y las revistas, tarea fácil, debido a que en dos minutos nos lo ventilamos todo. Luego llega la parte dificil, la sección de Ángel. Digo difícil porque, aunque los compañeros guionistas ya suelen visionar los programas y señalar lo más divertido prácticamente en el momento en que los programas se emiten, aquí tenemos que añadirlo al guión. Y aquí ya empecé a ver a Ángel raro... Siempre suele ser él quien tiene las ideas para su sección, pero hoy... Hoy estaba totalmente ausente.

Sin darnos cuenta, llegaron las doce, y decidimos hacer un alto para llenar la panza. Acompañé a Ángel hasta el comedor para coger unos bocadillos y un café.

- Maldita máquina...,- susurró Ángel.

- ¿Qué te pasa ahora?,- le pregunté.

- Pues que se me ha tragado los dos euros del café,- y empezó a dar golpes a la máquina.

- Esto... Ángel... Que sólo has echado un euro...

Ángel se fue a una mesa sin decir ni palabra, y con cierto malhumor en su rostro... su dulce rostro, si me permitís la licencia... Yo eché el otro euro y cuando el café estaba listo, tomé el vaso y se lo llevé a la mesa. Ángel estaba cabizbajo, jugueteando con sus propios dedos. Yo me acerqué hasta la mesa, me senté delante y le alargué el vaso de café. ¿Sabéis esos dibujos japoneses, que cuando uno de los personajes está enfadado, le dibujan cabizbajo, el rostro ensombrecido y una nube de tormenta sobre él? Pues Ángel estaba igual..., sólo le faltaba hablar en japo.

- ¿Me lo cuentas?,- le pregunté por lo bajini.

- No hay nada que contar,- me espetó secamente, y me dio la espalda.

- Ángel,- le toqué el hombro con la mano, pero Ángel se movió violentamente. Le solté -. Ángel, somos amigos desde siempre; ya sabes que me puedes contar lo que sea, cualquier cosa. ¿Por qué estás tan de mal humor?.- Me acerqué hacia él, apoyándome en la mesa -. ¿Acaso,- le susurré -, acaso ya no quieres seguir haciendo el programa?

Ángel se dio la vuelta de repente. Yo retrocedí, más por el susto que por otra cosa.

- Jamás,- me dijo mirándome a los ojos -, jamás digas eso.

Los ojos de Ángel llegaron a darme un miedo terrible. Estaba realmente enfadado. Yo ya había visto a Ángel enfadado otras veces, pero esta vez..., no, esta vez era muy diferente.

- Jamás digas eso. Sabes que me encanta trabajar aquí, estoy rodeado de grandes amigos, empezando por ti, y luego siguiendo por Patri, Miki, Pilar, Berta... Hacer el programa con todos vosotros es como estar de juerga todo el día.

- ¿Entonces...?

- Entonces nada,- y se levantó de la mesa para irse de allí. Yo intenté detenerle tomándole del jersey, pero se deshizo de mi brazo. Y me quedé ahí, sentado, con cara de circunstancia, tratando de asimilar lo que acaba de pasar. Tenía que saber qué le pasaba, pero si se lo preguntaba de nuevo, seguro que, como mínimo, me daba un par de hostias. No, había que hacerlo con tiento, buscando las palabras exactas y, como no, no hacerlo de sopetón. Había que hablar con él de lo que fuera menos de su enfado. Tal vez... Sólo tal vez... Si comentara con él el guión, y tratara de llevar el diálogo hasta ese punto... De todas maneras, yo debía, ¡tenía! que estar con él todo el día, porque seguro que alguno del equipo le verá y querrá preguntarle, y podría armarse la de San Quintín. Me levanté y fui tras él, pero al pasar la puerta del comedor me encuentro con Alberto, que me dice, extrañado:

- Dani, tío, ¿tú sabes lo que le pasa a Ángelote? Le he ido a saludar y me ha dado un empujón que...,- no le dejé terminar. Salí corriendo tras Ángel, que aún pude verle antes de que se metiera en un cuarto del fondo del pasillo.

- Luego te lo explico,- le dije a Alberto, apartándole y antes de salir corriendo a por Ángel.

- Pero, ¿se puede saber que le pasa hoy a la gente, que no hacen más que empujarme? Vamos que, no jodas...

Llegué hasta el punto donde me pareció ver a Ángel. Miré y la única puerta que vi cerca era la del baño. Me quedé quieto, delante de la puerta, sin saber qué hacer. No sabía si entrar ahi y preguntarle, o entrar como si nada, llamar... o qué. Entonces me envalentoné, levanté el puño y justo cuando iba a llamar a la puerta, ésta se abre y sale Ángel. Sin querer, le di a él en vez de a la puerta. Me quedé totalmente aterrorizado. Sí, aterrorizado. recordad que un minuto antes estaba enfadado y cualquier cosa que le molestara... Pero Ángel hizo una cosa que me descolocó...

- ¡Ey, tío!,- me dijo -. ¿Tres años de programa, y aún te da por tocar madera?,- y se tocó la frente, que fue donde le dí.

- Lo siento, tío. Perdona...

- Tranquilo, a la próxima te doy yo,- y sonrió.

No me lo podía creer, estaba como si no hubiera pasado nada. ¿Acaso, de tanto escribir guiones para el personaje bipolar de Patricia, él acabó igual?

- Perdona tío...

Ángel salió de allí, tirando un par de toallitas de papel a la papelera del pasillo. Yo no supe reaccionar ante aquella situación, hasta que una fuerza invisible me hizo andar tras Ángel y llegar junto a él.

- Con respecto a lo de antes...

- Tranquilo,- me respondió alegre -. No pasa nada. Es más, eres tú quien debería perdonarme. Ya sabes que yo no soy así. Es que creo que, como te dije antes, la pizza me sentó fatal. Perdona si te he ofendido o algo. Necesitaba aire y...

- Y no hay mejor aire que el de los baños.

- No hombre, no,- se carcajeó -. He entrado para refrescarme un poco la cara. Y perdóname otra vez, Dani, tío...

- Chicos, volvemos al trabajo,- nos gritó desde el otro lado del pasillo uno de los guionistas.

- Venga Dani, que se me acaban de ocurrir unas paridas para que las diga la loca de los huevos que te vas a mear encima.
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Mensaje  Jaitower Mar Feb 23, 2010 7:59 pm

CAPITULO 3

Ya quedaban minutos, ¡segundos! Para que empezara el programa. Ángel hizo una última prueba del chat antes de comenzar. Yo le vi, distante, con su semblante totalmente cambiado, como si lo de esta mañana jamás hubiera ocurrido. Pero algo dentro de mí estaba atemorizado por lo que pudiera ocurrir en el plató. Con las idas de guión de las que se nos caracteriza lo mismo Ángel se siente por aludido en algo, o se ofende, y, vamos, como dijo uno de mis ídolos, “la liamos parda”.

Gonzalo fue hacia nosotros…, bueno, más bien hacia Patricia.

- ¿Preparada?

Patricia asiente con la cabeza, se prepara para salir y…

- ¡Gracias, gracias!,- vítores y piropos -. ¡Vale ya, mamá!,- risas -. Ha vuelto a salir a la palestra la mujer que más ha hecho por este programa, y no, no me refiero a Carmen Hornillos, sino que…,- y meten el video preparado sobre Amy Winehouse.

Mientras Patricia presentaba el video, y durante la publicidad, yo me acerqué hasta Ángel, quien daba un último vistazo al guión. Quise hablarle, pero no pude articular palabra. En cuanto me notó cerca de él, levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los míos. Quedé helado, inmóvil, sin saber cómo reaccionar. Ángel entonces se acerca a mi, me toca el hombro y me dice:

- Hoy lo vamos a petar, tío,- y volví a ver ese brillo en los ojos tan característico en él cuando estaba contento.

- …Y vamos con nuestro analista de medios, un hombre que según ha puesto “El Club de Fans de Dangel”,- y Patricia pone cara de no entender el nick -, es un hombre tan pequeño, pero tan pequeño, que cuando se arregla para salir no le llaman metrosexual, sino microsexual, ¡¡¡Ángel Martin!!!,- y Ángel salió al plató como todos los días.

- ¡¡¡Hey, que pasa!!!,- y así dio comienzo el que, para mi, fue el día más largo de mi vida. Casi una hora de sección, y a Ángel se le podría ir la olla como esta mañana.

Largo porque en cada comentario de Patricia (según siempre el guión), veía yo cualquier cosa que podría alterar el estado anímico del enano. Pero lo peor fue a mitad de sección, cuando Ángel y yo teníamos que hacer en sketch. Yo ya estaba preparado en el croma, y, mientras Patricia hablaba a cámara, sobre todo para que a Ángel le diera tiempo para “caracterizarse” (¿te pones una chaqueta azúl y coges un micrófono, y ya se supone que eres un periodista?). Cuando le vi acercarse al croma, mirando al cue, yo me quedé mirándole a él. Si os he de decir la verdad, no supe reaccionar, me quedé mirándole como un tonto, pero un tonto de verdad. Le veía micrófono en mano, leyendo el cue, pero yo no le oía, sólo le veía mover los labios, hasta que… Hasta que me acerca el micrófono. Se me quedó mirando, y con la mirada me lo dijo todo.

- Vamos tío, di algo, que lo hemos ensayado doscientas veces esta mañana,- parecía pensar.

- ¿Eh? ¿Qué?

Ángel, gracias a Dios, repitió la pregunta, y ya en ese momento dejé de estar sordo y pude contestar según el guión del gag. Vamos, que nos salió como siempre… como el culo. Pero eso es lo más divertido, ¿no? Cuando acabamos, Ángel salió disparado a la mesa, y Gonzalo se me acerca.

- ¿Se puede saber qué te pasa hoy, Dani?,- me susurró.

- ¿Eh? ¿Qué? No, nada, nada…

- Estás muy raro… Es como si tuvieras la cabeza en otro lado…

- Bueno, la verdad es que… La verdad es que no sé por qué, pero estoy obsesionado con que no cerré el gas esta mañana…,-mentí.

- ¿Gas?,- se preguntó Gonzalo a sí mismo mientras se iba -. Si tiene una vitro…

Debía empezar a dejar de pensar en ello. Al menos durante los cromas y en mi sección… Y encima eso, mi sección. Que había una entrevista con un personaje de Ángel: Manolín.

- ¿Eh…?,- oí de repente -. A… aquí estoy… ¿Q… qué tripa se te ha roto…? Qu’e que… toy mu ocupao…

No me había dado cuenta, pero… ¡ya estaba en mi sección! Y ya había comenzado sin darme cuenta el croma de Ángel como Manolín.

- Hola… Áng… Manolín,- risas del público, Patricia descojonándose, y Gonzalo haciendo aspavientos desde detrás de las cámaras. Tino, como un rayo (cuando quiere), pone un “Zas en toda la boca”, y yo empecé a ponerme colorado. Vamos, que si vuelve el Tomate, no necesitan una foto de esa hortaliza; con que pongan mi cara en ese momento les bastaría…

- ¿Eh…?,- media sonrisa de Ángel -. ¿Perdona…?

- Perdona Manolín, pero es que me acabo de dar cuenta de que te pareces mucho a mi amigo Ángel Martín…,- risas del público, y Patricia ya empezaba a llorar.

- Pero yo en guapo, ¿no?

- Bueno, ciñémonos al guión…,- dije, tratando de salir de aquello -. ¿Qué nos puedes decir de Ucrania, nuestro rival en la final de esta tarde en baloncesto?

- ¿Ucrania? Pues… que es un país…,- silencio. El público vuelve a romper en carcajadas. Ángel también comenzó a sonreírse, y yo comencé a olvidarme de todo lo que me rondó la cabeza durante el día, y logré ¡por fin! reír un poco. Incluso logré olvidarme en ese momento del rostro de Ángel. Estaba empanado, como requería el personaje, pero yo lo veía raro… Creo que volvió a ausentarse…, más que yo antes…

Gracias a Dios, acabamos pronto… hasta que me tocó ir al back stage con Ángel. Debíamos hacer un sketch donde yo le enseñaba un tomo de enciclopedia y le leía un pasaje sobre Ucrania, pero que él no se enteraba, y yo, desesperado, soltaba el libro y me iba, desesperado.

- Pero acerté, ¿no?,- pregunta Ángel, con el acentillo tan característico al que ha dotado a su personaje -. Ucrania es un país…

Cuando acabamos, salimos a saludar al público, y a firmar autógrafos y a hacernos fotos. Se notaba que yo no estaba muy puesto ese día, y mis firmas eran ya como recetas de médico. Empecé a buscar a Ángel por todas partes, y en las pocas fotos que me hice con el público (raro en mí, puesto que soy de los que son capaces de hacerse fotos con TODOS los asistentes al plató) salí mirando a otro lado, o mirando efectivamente a la cámara, pero con la mente en otro lado. Debía buscar a Ángel y hablar con él. No volvería a ser yo mismo si no lo aclaraba con él. Ya es que me daba igual si me mentía, necesitaba que me hablara, que me contara lo que le pasó esta mañana. Pero no quería ser un baboso incrustado, de esos que están todo el día contigo, hablándote, preguntándote y exasperándote. Así que decidí medio engañarle. Como era viernes, y como todos los viernes solíamos salir por la noche, intentaría medio emborracharle un poco, porque Ángel, achispadillo, se vuelve muy dialogante, y es capaz de hablar contigo de cualquier cosa… Tenía, ¡debía! averiguar qué era lo que le pasó por la mañana…

- ¡Ángel!,- conseguí alcanzarle antes de que Pilar se lo llevara a no sé qué asuntos. Yo no podía acompañarle, porque yo también tenía cosas que hacer ese día (o eso le dije, pero realmente estaba libre. Sólo quería quedarme sólo en casa y pensar en todo esto) -. ¿Nos vemos esta noche, donde todos los viernes?

- Ahí estaré, como siempre. Pero no te preocupes mamá, que estaré en casa antes de las diez,- y cerró la puerta del coche con esa sonrisa tan socarrona que sólo él sabe hacer.
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Mensaje  Jaitower Jue Feb 25, 2010 8:37 pm

CAPITULO 4

Cuando llegué a casa, apenas eran las seis de la tarde… Creo que fui muy deprisa con el coche, porque deseaba, ¡anhelaba!, llegar ya a casa y prepararlo todo. Tuve suerte de que la policía no me parara ni de tener un accidente (ya lo que me faltaba, matarme sin saber lo de Ángel).

En cuanto llegué, ni me quité la cazadora. Me senté en el sofá del salón y me puse a mirar al frente, pensando en qué hacer a la noche… Si pillaba a Ángel de buenas, pues eso, no pasaba nada; pero como volviera a lo suyo… Bueno, trataría de convencerlo, si no de salir, sí de tomarse algo aquí, en casa… Pero no teníamos alcohol… A lo sumo, cerveza, sí, pero sin alcohol… Tenía que bajar a comprar algo de alcohol… Ángel lo notaría al primer sorbo, por eso había que comprar una marca diferente a la habitual…

Si le pillo de buenas, pues no podría beber alcohol, que igualmente lo notaría, además de que él es de los que piden que se lo sirvan todo a la vista. Por lo tanto, no habría forma de emborracharlo. A no ser…, a no ser que yo le echara unas gotitas de alcohol en la bebida cuando no estuviera atento. Por lo tanto, he de comprar botellitas de alcohol. Quizá una minibotella de whisky o de ron… Pero no mucho, una o dos gotitas por copa, que si no, notaría el sabor.

Entonces eché mano de la cartera y conté el dinero que llevaba encima… poco más de 30 euros.. ¿Habría suficiente? Bueno, no pasa nada, preguntaría el precio y si no hay, pues a buscar un cajero abierto. ¿Algo más? Pues no, creo que eso es todo. Así que me levanté, me metí la mano en el bolsillo, saqué las llaves y me largué con el coche, como bien decía ese ídolo musical, “apatrullando la ciudad”.

Debía ir a tiendas especializadas, nada de ir a los chinos, que vete tú a saber si son ciertos los grados de alcohol que ponen en sus etiquetas. No quiero ofender a los asiáticos que vivan en España, pero estaba tan obsesionado con saber la verdad que lo mismo se me va la mano y… Como Ángel no está acostumbrado a beber alcohol, pues lo mismo…

Me pasé prácticamente el resto de la tarde buscando tiendas buenas que vendieran alcohol, que, quitando chinos y gasolineras, me quedaban más bien pocas. También me metí en los supermercados y grandes superficies donde tuvieran sección de bebidas. De repente, al ver la sección de vinos de un súper, me vino una idea “estúpidamente” mejor: ¿y si le embobaba un poco en la cena, antes de salir, con un vinito? Eso no lo notaría, ya que a Ángel le gustaba también el vino. Empecé, desesperado, a llenar la cesta con botellas y botellas de vino, hasta que una señora que estaba a mi lado me hizo recapacitar. Ella no hizo nada, tan sólo estaba a mi lado mirándome como si dijera con la mirada: “Hay que ver esta juventud, que no saber hacer otra cosa que emborracharse”. La miré a ella, luego a la cesta, y devolví todas las botellas a su lugar…, todas menos una, claro.

Entonces pensé en la cena. ¿Qué podría ir bien con un tinto? Pues algo de carne. ¿Tenía algo en la nevera? No me acordaba, estaba tan obcecado en lo otro, que no me acordaba ya ni siquiera de mi propio nombre. Fui a hacer la compra de toda la cena allí mismo, en el súper. Una ensaladita, o, como buen catalán, alguna pantumaca de entrante…, un filete con sus patatitas…, una copita de vino…, luego otra… Estaba viendo la presentación en mi mente mientras esperaba en la cola que llegué a sonrojarme y salirme una risilla tonta de mi garganta. Si Ángel veía aquello de la forma en que me lo estaba imaginando, saldría por la puerta con los ojos como platos.

- Ya sabía yo que eras un poco raro,- sería lo más probable que dijera.

Llevaría más a segundas lecturas si hubiera velas, música de fondo, y encima luego ir de fiesta. Seguro que acabamos bailando en una discoteca de Chueca. ¡¡¡Y ligando!!! Bueno, con lo que es Ángel, cada vez que alguno se le acerque seguro que me abraza y diría: “Ya estoy con alguien”. De ahí a portada de DEC hay un paso…

En cuanto llegué a casa, ni me quité la chaqueta (nuevamente). Me fui directo a la cocina y empecé a sacar las cosas de las bolsas, cuando me llaman al móvil. Vi el número y era Ángel, luego, instintivamente, miré el reloj. Ya casi eran las nueve. O llamaba para decir que llegaba tarde a cenar…, o que no cenaba. Si era lo segundo, adiós a mi “malvadamente” perfecto plan. Lo cogí, no sin ocultar cierta ilusión y alegría. La voz del otro lado me llegó a contrariar.

- ¿Daniel Mateo?

- ¿Á… Ángel?

- No, soy Julián Diéguez, ATS del Hospital de la Paz…,- ¡¡¡Ay Dios!!! -. Lamentamos tener que comunicarle que Ángel Martín acaba de tener un accidente,- de la impresión acabé sentado en el suelo, con los ojos saliéndose de sus órbitas -. También tengo la dolorosa labor de decirle que la señorita Pilar Rubio también ha sido víctima del mismo accidente… ¿Señor Mateo…? ¿Está ahí…?

- S.. sí, sí, aquí sigo… ¿En La Paz?

- Así es…,- y colgué. ¡No me lo podía creer! Ángel y Pili…, ¡un accidente! Me quedé un rato en el suelo de la cocina, con la mano en la frente, tratando de asimilar aquello, hasta que de repente, me veo en el coche, corriendo como loco, hasta llegar al hospital.
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Mensaje  Jaitower Vie Feb 26, 2010 8:16 pm

Capítulo 5

Cuando llegué al hospital, no me podía ni creer lo que estaba viendo en la mismísima entrada.

- ¿Cómo coño han podido...?,- pensé mientras bajé de golpe de los 30 a los imperceptibles 3 km/h.

Instintivamente, apagué las luces del coche y decidí aparcar en el sitio más lejano. Cuando logré encontrar un hueco en el aparcamiento del hospital, me quedé ahí, en mi coche, sin saber qué hacer. Quité el contacto y me centré en mis pensamientos. Ángel en el hospital..., Pili también..., y una manada de hienas sanguinarias esperando en la puerta para sonsacar algo a cualquier infeliz que se les cruce. No sé por qué pero empecé a creer que Vassile nos hizo vudú (sin pepinos de por medio) a LaSexta por la famosa pelea de videos... Pero, ¿y Patri? ¿Miki? ¿Y la novia de Ángel? ¿El chico de Pili? ¿Sus familias? ¿Sabrán algo? Supongo, porque en caso de accidente, el número que tenía Ángel en el móvil para avisar era a sus padres... Pero claro, sus padres están a más de siete horas en coche... Y el avión, bueno, vete a saber la hora a que se embarca y luego que no cancelen el vuelo en cuanto pones el culo en el asiento... ¿Y que sería eso tan extraño que le pasaba a Ángel? Hombre, si el accidente no ha sido nada, entonces... No, ha tenido que pasarles algo, que no te llaman de La Paz por un esguince de tobillo... Te llaman si se ha partido las dos piernas... Esperemos que no sea nada..., dentro de la gravedad, claro. Esperemos que Ángel pueda estar consciente y contarmelo todo, porque si está dormido... Bueno, si está dormido, se lo merece, se merece descansar de este día tan horrible.

De repente, un destello cegador me devolvió a la realidad.

- ¡¡¡Aquí!!!,- oí desde fuera de mi coche -. ¡¡¡Es Dani Mateo!!! ¡¡¡Dani Mateo!!!

Miré por la ventanilla. ¡Mierda! ¡Me descubrieron! Debía salir de ahí. Con el coche imposible, que seguro atropello a alguno y la armamos, así que decidí salir del coche y a toda prisa intentar meterme en el hospital. Las luces de los focos y los flashes me cegaban todo el rato. Cientos de micrófonos me envolvían la cabeza, como si fuesen espermatozoides tratando de entrar en el óvulo (perdón por la similitud, pero es que era la única que se me ocurría; además, las dos acaban igual, jodiendo). Cuando pensé que no podría salir del círculo que estaba empezando a formarse a mi alrededor, una voz conocida me llamó.

- ¡¡¡Dani!!! ¡¡¡Dani, aquí!!! ¡¡¡Rápido!!!

Las luces seguían sin dejarme ver nada. Sólo sé que de repente alguien me cogió del brazo y me sacó de ahí. Pronto dejamos a los periodistas tras las puertas del hospital.

- ¿Estás... estás bien?,- me preguntó la voz, jadeante.

- Espera que no veo...

- Malditas garrapatas...,- susurró la voz -. ¡Mira que se quedaba corto Ángel en su sección!

Un momento... ¿acababa de hablar de Ángel en pasado? El corazón me dio un vuelco, vuelco que me ayudó a ver sin estrellitas revoloteando por la sala.

- Gracias Miki, tío. Creía que no saldría con vida de esa jauría...

- También te han llamado, ¿no?

- Sí, de aquí... ¿Y Ángel? ¿Y Pili? ¿Qué les ha pasado?

- Ven, te lo cuento mientras vamos a las habitaciones...

A medida que avanzábamos por los pasillo sin fin del hospital, Miki me contó lo mejor que pudo cómo fue el accidente. Parece ser que un listo se saltó el semáforo de un cruce y dió de lleno en el coche de Pilar. Lo malo fue que el golpe fue lateral, totalmente de lleno contra el asiento del copiloto..., el asiento de Ángel... Ángel quedó inconsciente en el momento, pero gracias a Dios Pilar pudo llamar al 112 antes de caer ella también inconsciente.

Cuando llegamos a la puerta de la habitación, ahí estaban los demás. Patricia lloraba prácticamente arrodillada en el suelo, cubriéndose el rostro entre sus manos, mientras Gonzalo y Mario hablaban con ella. Berta, al verme, se me abalanzó.

- Gracias a Dios que estás aquí...,- me dijo justo antes de romper a llorar.

Entonces veo salir de la habitación, cabizbajo, a Emilio, sí, Emilio Aragón, "el señor de la Sexta". Se acercó hasta una pareja, de más o menos su misma edad. Eran los padre de Pilar. No sé por qué, pero decidí acercarme hasta ellos.

- Gracias a Dios que no es nada grave,- es lo único que pude escuchar, ya que me centré más en la puerta abierta de la habitación. Entré y ahí estaba Pilar, en la cama, con las dos piernas escayoladas en alto. Y lloré, lloré como nunca antes lo hice. No sé si por verla a ella así, o por pensar en cómo estaría Ángel, si fue quien se llevó la peor parte.

- Dani...,- me dijo en un hilo de voz al verme entrar. Levantó los brazos y yo, automáticamente, me acerqué a ella, a su cama, y nos abrazamos, y lloramos.

- ¿Y Ángel?,- le pregunté.

- En otra habitación...

- ¿Cuál? Debo ir a verle enseguida.

- Será mejor que no...

- ¿No me digas que...?,- Pilar no me dejó acabar.

- Tranquilo, está fuera de peligro. Pero no creo que puedas verle... tan seguido. Está en coma,- aquella palabra me heló la sangre -. Los médicos creen que en menos de 24 horas podrá salir de ella, pero es mejor que no le veas... Mira cómo estoy yo...

- Me da igual. ¡Tengo que verle!

- ¿Es por lo de hoy?

- ¿Cómo? ¿Lo sabes?

- Sí. Me lo contó en el coche, poco antes de...,- y su voz se ahogó en un par de arroyos que recorrieron sus sonrojadas y arañadas mejillas -. Pero será mejor que te lo cuente él, cuando despierte. No creo que debas saberlo por otra boca que no sea la suya...

Salí de la habitación y me fui directo hasta los chicos.

- ¿Cuál es la habitación de Ángel?,- mi tono totalmente seco de voz llegó a darme más miedo que al resto.

- Dani,- me contestó el propio Emilio, tratando de tranquilizarme -, no creo que este sea el momento adecuado para...

- ¡Que cuál es su habitación, collons!

Emilio se asustó. Yo también me asustaría de mi mismo, sabiendo que sólo decía las palabrotas en catalán únicamente cuando estaba muy enfadado.

- La... la 343, al otro lado de la planta...,- y me fui corriendo.

En mi mente comenzaron a fluir ideas revueltas, de nuestra juventud, de nuestros casting, de cuando hacíamos Noche Sin Tregua, de Sé lo que hicisteis, de aquella mañana... Y de repente se me empezó a formar la imagen totalmente desesperanzadora de Ángel rodeado de máquinas y con doscientos tubos entrando y saliendo de su pequeño cuerpo. Llegué por fin hasta la habitación. Me paré en seco. Me latía el corazón como si fuera a estallar, no sé si por el carrerón o por ver lo que habría dentro del cuarto. Cerré fuertemente los puños y avancé hasta la puerta...
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Mensaje  Jaitower Lun Mar 01, 2010 10:03 pm

Capítulo 6

Moví el picaporte de la puerta y lentamente abrí. Tardé en ver dentro, ya que, no sé por qué, lo hice todo con los ojos cerrados.

- ¡Dani!

Oir mi nombre me hizo abrir los ojos de repente. Por un momento pensé que era Ángel, que estaba bien, que no había pasado nada. Pero no... No era él, a pesar de que estaba de cuerpo presente en aquella habitación que, sin saberlo, me empezó a oler a desinfectante en extremo. Quienes exclamaron mi nombre fueron Cristina y Jose.

- ¿Qué hacéis aquí?

- Sólo permitían dos personas,- me contestó José mientras avanzaba hasta mí y me dio un abrazo. Cristina estaba sentada en una silla, al lado de la cama de Ángel, acariciando su mano. Cristina en verdad había llorado, se notaba, porque entre lo rojos que tenía los ojos y la sombra de ojos corrida, parecía como si ella también hubiera sido victima del accidente. Jose entonces fue hacia Cristina y, tocándola los hombros, la dijo -: Vámonos, dejemos a Dani un rato con él...- Y se llevó a Cristina casi a rastras, mientras ella no dejaba de mirar a Ángel.

Cuando salieron, cerré la puerta. Cuando la cerradura encajó, dejé mi frente descansar sobre la madera de la puerta y dejé que un par de lágrimas salieran de mis ojos. No me podía creer lo que estaba pasando en aquellos momentos... momentos silenciosos rotos únicamente por el pitido de la máquina que controlaba las constantes del enano, y por el pulmón mecánico que aún ayudaba a Ángel a seguir en este mundo. Me volví y me senté en la misma silla donde instantes antes estuvo Cristina. No me atreví a hablar. Tan sólo me limité a mirarle. Estaba ahí..., sobre la cama..., como si no hubiera pasado nada... La cabeza la tenía vendada prácticamente por completo; aún se podían ver sus ojos y su boca, tapada por la mascarilla del pulmón mecánico al que los médico le tienen pegado. Instintivamente le tome de la mano, apenas pude articular palabra (salvo un débil "Ángel..."), antes de derrumbarme. Cabizbajo, terminé de desahogarme por completo. Ya en aquel momento me daba igual la causa de sus repentinos cambios de humor de aquella mañana. Lo único que quería era que despertara. Hasta que algo me hizo volver. Con los ojos como platos veía cómo su mano estrechaba con cierta fuerza la mía.

- Dani...,- un hilo de voz salió de su tapada boca a la vez que me volví para ver su rostro.

- Ángel..., ¡Ángel! ¡Estás despierto! Debo avisar al resto...,- intenté levantarme, pero Ángel aún me tenía sujeto por la mano. Con la otra se quitó la máscara de la boca y me dijo -: Espera, no llames a nadie. Quiero hablar contigo a solas.

Me senté de nuevo en la silla. Mi rostro debió de empezar a devolver a Ángel a la vida, ya que cada vez que me miraba me parecía que mejoraba en salud.

- ¿Qué tal te encuentras?,- le pregunté, ya con las dos manos en la suya.

- Como si me hubieran atropellado...,- no pude por menos que sonreir, pero una sonrisa amarga -. ¿Qué ha pasado?

- ¿Qué recuerdas?

- Recuerdo que me despedía de ti y montaba en el coche de Pilar... Después me veo aquí..., contigo...

- ¿No recuerdas nada más? No sé..., por ejemplo..., ¿de lo que hablaste con Pilar antes de...?

Ángel permaneció en silencio. Sus ojos, sus ojitos, brillaban de una manera que jamás había percibido antes en él. Quizás tenía amagos de llorar, quizás la luz de la habitación se reflejaba en sus pupilas de una manera mágica, quizás todo se debiera a que tenía los ojos casi cerrados.

- ¿Pilar está bien?

- Sí, está bien. Parece ser que tan sólo se ha partido la piernas, pero sobrevivirá...

- Entonces, ¿te lo ha contado?

- No, sólo me ha dicho que debías ser tú quien me lo dijera.

- Bueno, Dani. Creo que esto ha sido una señal del de arriba para que te lo diga de una vez por todas, aunque comprenderé que después de lo que te voy a contar no quieras volver a verme en la vida...

- Jamás, ¿me oyes, enano? ¡Jamás! Yo siempre estaré contigo a la duras y a las maduras. Como cuando no éramos más que unos mocosos que jugaban a la rayuela en la Barceloneta.

- Te voy a decir el por qué de mis cambios de humor de esta mañana... Y es que he tenido unos días horribles... Y todo porque he llegado a la conclusión, inaceptable para mí, de que... que...,- Ángel tragó saliva, pero le dolía, tanto físicamente por los dolores, como anímicamente.

- Vamos, Angelote...,- le dije mientras apretaba su mano.

- Dani..., es que..., creo que yo..., yo...,- ya no había duda, sus ojos comenzaron a llorar y movió la cabeza para que no le viera. Me abalancé sobre él.

- ¿De qué tienes miedo? ¡Que soy tu amigo desde siempre, coño!

- Soy gay.
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Mensaje  Jaitower Mar Mar 02, 2010 2:21 pm

Capítulo 7

"Soy gay... Gay... Gay... Gay...". Esa palabra no dejaba de sonar en mi cabeza. Era como si estuviera vacía por dentro y aquella palabra rebotara incansablemente por todos los rincones de mi cráneo. Gay. Ángel gay. Mi amigo. Desde la infancia. De repente, me asaltaron los recuerdos de nuestra juventud, y empecé a buscarles sentido por medio de esa palabra... Cuando algunas veces el uno se quedaba a dormir en casa del otro... O cuando, algo más mayores, nos subíamos a la montaña en verano y nos bañábamos en el rio... O en las duchas después de la hora de gimnasia... O lo más reciente..., nuestras bromas en el programa. Yo en verdad estaba con Ángel en aquella sala de hospital, pero sólo de cuerpo; mi mente hacía ya unos instantes que nos dejó solos a los dos.

Sin saber por qué, seguí tomando de la mano a Ángel. Me necesitaba, nos necesitaba a todos, y no era momento de estúpidos prejuicios. En verdad yo debía asumir también el descubrimiento de Ángel, pero no quería hacerlo en ese momento. Tras un accidente que casi le cuesta la vida, tu amigo te revela un gran secreto como este, no debes abandonarle, hay que seguir con él. Lo peor estaba por venir... Ya lo estaba viendo: durante días, semanas, ¡puede que incluso meses!, no vería a Ángel como siempre, sino con otros ojos; es más, incluso ni me atrevería a verle a los ojos, trantando en adelante esquivarle siempre. El minuto de ir al baño sería lo peor del día, ya que, aunque seas la persona más abierta de mente del mundo, siempre habrá algún recoveco de tu cerebro que te diga: "cuidado con entrar ahí; seguro que está al acecho...". ¿Al acecho de qué? ¿De violarme? ¡Vamos, hombre! Es Ángel... ¡Mi Ángel! Hemos ido al baño juntos prácticamente desde el primer día que nos conocimos (ya se sabe, "picha española no mea sola"), y nunca intentó nada. Lo mismo es que yo no sabía hasta entonces su inclinación sexual...

Ángel me estaba hablando en ese momento, pero no le oía. Estaba aún absorto en mis pensamientos. De repente, un sudor frío empezó a recorrerme la espalda. ¡Compartimos piso! ¿Y si...? ¿Y si una noche, él entra en mi habitación y...? Y de repente me veía comprando cerrojos a granel; pero no, eso era demasiado. Ángel fue, es y será mi amigo, sea él gay, hetero, travelo, lesbiano o de las Alpujarras. No debía sentirse marginado por su amigo, ese que estuvo siempre con él, tanto en los mejores como en los peores momentos. Aquél que se deslomó tratando de ayudarle en todo lo que humanamente le fuera posible (desde preparar un examen en el instituto hasta algún que otro juicio real en que llegara a estar implicado: no me refiero al de Telecinco; he dicho juicio "real", no pantomima circense).

- Dani... ¿Estás aquí?,- aquella pregunta me hizo volver a la realidad.

- ¿Eh? ¿Qué? Sí... Aquí estoy...,- dije, con cierta desgana, ya que realmente hacía tiempo que no estaba mentalmente ahí.

- Ya sé lo que piensas... Y lo comprendo. Tu mejor amigo, aquel que conservas desde la infancia, te ha desvelado que es gay, y tú, o tratas de asumirlo, o a la primera de cambio le echarás de tu vida, y te comprendo. Yo también me marginaría si...

- ¡Eres un auténtico gilipollas!,- le grité, no sé muy bien por qué. Ángel movió la cabeza para que no le viera llorar (o para que él no me mirara a los ojos). Pero yo le hice volverse con mi mano -. De acuerdo, ha sido una noticia increible para mí, pero no por eso vamos a destrozar una amistad que durante años hemos forjado. De acuerdo, eres gay y... Un momento... ¿Y tus padres? ¿Y tu... novia? (Esta última palabra la dije con cierto temor).

- Veo que efectivamente no has prestado atención a lo que te he dicho...,- me dijo con un tono de voz que empezó a serme familiar en él -. Todo empezó hace un par de semanas. Estaba con mi chica pues... ya sabes... Las tres "C": cine, cena y cama. Bueno, pues estábamos en la tercera "c" cuando... bueno... (dios, que vergüenza...)

- Vamos, que tuviste un gatillazo,- comenté, no sin sonrojarme tanto o más como Ángel.

- Pues eso, ¡y que conste que nunca me había pasado antes! Pero fue raro... Mi chica se quedó con cara de decir "Ángel, que ya no me cundes como antes". ¡Menudo planchazo, tío! Los dos queríamos hablarlo, pero era un tema a la vez peliagudo y vergonzoso. Pedí perdón y, bueno, lo de siempre. "Será el estrés, o el vino de la cena...". Pero decidí no dejar a mi chica con la miel en los labios y volvimos al ataque... y volvimos a la derrota.

- Pero por no poder cumplir con tu novia por una noche no es síntoma de ser gay...

- Sí, si no estás completamente en ello...

- Explícate.

- Verás... Es que unos días antes... Yo... Bueno...

- Arranca ya, enano.

- Bueno, pero no te asustes...

- ¿Que no me asuste? Vamos, vamos, ¡ya será para menos! Hombre, ni que hubieras soñado conmigo.

Ángel me miró fijamente a los ojos. La medio sonrisa que dibujé en mi cara al terminar mi comentario se volvió seria. Ya no hacía falta más explicaciones.

- ¿Es verdad?,- le pregunté entre perplejo y asustado -. ¿Has soñado conmigo?,- Ángel movió la cabeza -. Bueno... No sé qué decir...

Ángel me soltó la mano.

- Y ahora, ya eres libre de irte y comprenderé que no me quieras volver a ver en tu vida. En cuanto me den el alta, recojo mis cosas de casa y me despido del programa,- se volvió para no verle llorar... otra vez. Y ahí estaba él, hecho un ovillo, dándome la espalda, llorando en silencio. Y ahí estaba yo, sentado a su lado, asimilando toda la información que como un encierro de San Fermín trataba de entrar en la plaza de toros de mi mente. Yo sabía que Ángel debía estar sólo (y yo también quería estar solo para centrarme en lo acaecido en esa sala), pero Ángel era mi amigo y mi deber era estar con él, para que sepa que, aunque sea "diferente", seguía siendo mi amigo, y por eso hice lo que hice. Me levanté de la silla, le miré durante tres o cuatro segundos, me senté en el hueco de la cama que dejó libre, le toqué el hombro, y ante la reacción de Ángel de soltarse con un "vete..." ahogado, me tumbé junto a él y le pasé mi brazo por su cintura.

- No me pienso ir de tu lado nunca, ¿me has oído? Y si para demostrártelo tengo que dormir contigo en la misma cama, pues que así sea.

Ángel se quedó inmóvil y en silencio, pero yo sabía que estaba llorando como si hubiera visto por primera vez Bambi y la muerte de Chanquete a la vez. Y así, de esta guisa, nos dormimos. Y así comenzó esta historia, ¿recordáis? Yo abrazado a Ángel en una cama… Pero bueno, no os déis por satisfechos, que esta historia continúa, pero mañana, dejadme dormir un poco más…
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Mensaje  Jaitower Miér Mar 03, 2010 11:19 pm

Capítulo 8

Cuando me volví a despertar, todavía no había amanecido. Ángel seguía durmiendo y yo me quedé mirándole. Lentamente le quité la venda que le envolvía el rostro. Su cara quedó a la vista, llena de arañazos, moratones y sangre reseca. No pude por menos que llorar. Quise acariciarle el rostro, pero temía que se despertara. Quería dejarle descansar… para siempre, no quería que despertara y reviviera lo de ayer, así que me levanté con cuidado y salí de la habitación. No di ni dos pasos cuando alguien me llamó la atención.

- ¿Qué hace usted aquí?

Un médico que estaba de guardia esa noche me tocó el hombro para volverme.

- Eh… Disculpe… Es que vine anoche a ver a un amigo y creo que me dormí en su habitación… ¿Sabe dónde puedo tomar un café?

- Sí, claro. En la cafetería de la planta de abajo…

Recordé en ese momento a los periodistas apelotonados aún a la puerta.

- ¿Y no hay alguna máquina de café en esta planta?

El médico debió de reconocerme y entender mi pregunta, ya que se llevó el dedo a la boca y me tomó del brazo para llevarme a una pequeña sala. Había una mesa y un par de sillas. Una neverita. Encima un microondas. Una percha de la que colgaban dos batas, una gabardina, y una chaqueta de colores brillantes. Un armario al lado. El doctor, al entrar, encendió la luz, cerró la puerta y fue directo a una cafetera de la que me sirvió una taza de café. Yo la tomé con las dos manos. Estaba caliente. El doctor se sirvió otra taza y se sentó frente a mí.

- Su amigo,- me decía mientras servía el café -, ha tenido suerte. Si usted dice que ya ha despertado… Porque las primeras horas de un comatoso son cruciales, ya que en cualquier momento puede dar la vuelta la tortilla,- se sentó delante de mí -. Ahora lo importante es que no le queden secuelas…

- Bueno…,- le contesté con cierta timidez -. Ya sé que no debí hacerlo pero…

- ¿Hacer qué? ¿A qué se refiere?

- Bueno, no es nada, pero cuando me he despertado ahora, no me he podido aguantar y le he quitado la venda de la cara…

- ¿Y cómo le ha visto?,- me preguntó, no sin cierta desaprobación en su mirada.

- Lleno de moratones y heridas,- mi voz comenzó a ahogarse.

- Normal tras un accidente de aquellas características. Pero bueno, en cuanto despierte iremos a verle y a hablar con él. Y bueno…,- se levantó -, si lo desea, puede irse un momento a su casa a lavarse. No querrá que su amigo le vea así…

- Tranquilo. Ángel me ha llegado a ver mil veces peor,- contesté con una sonrisa.

El doctor salió de la sala y yo me quedé en la sala, sentado, aún con la taza entre las manos, mirando cómo se desvanecía el calor del café. Estaba tan absorto que no pensaba en nada. ¿Sabéis a qué me refiero? Que estás con la mirada vacía, pareciendo que estás pensando en algo, pero realmente tienes la mente en blanco. Llegué a salir de mí, no tenía conciencia ni de mi propia existencia. No sentía ni el último grado de calor del café. No percibía lo que había a mi alrededor. Los pasos de las enfermeras fuera de la sala eran inaudibles para mí, sus conversaciones eran lejanas, la luz del cuarto llegó a volverse oscuridad durante un instante, hasta que el doctor abrió de golpe la puerta.

- ¡¡¡Venga conmigo, deprisa!!!

Me levanté tan rápido que creo que llegué a derramar el café. El doctor llegó jadeando, con cierto pavor en la mirada, pavor que me transmitió a mi ser. Salió corriendo y yo detrás de él. No conseguía articular palabra para preguntarle, pero me dio una corazonada, ya que veía a un par de enfermeros entrar corriendo en el cuarto de Ángel. Cuando entré, varios enfermeros y enfermeras trataban de sujetar a Ángel a la cama, un Ángel totalmente fuera de sí, dando alaridos aterradores y lo único que entendí entre tanto griterío fue mi nombre. Vi al doctor descubrir una aguja hipodérmica. Cuando le dio los golpecitos y se fue hacia Ángel, yo, no sé por qué, me adelanté, aparté violentamente al doctor y me acerqué hasta Ángel.

- ¡¡¡Ángel!!! ¡¡¡Ángel, estoy aquí!!!

Ángel me vio, nuestras miradas se encontraron. Ángel tenía la cara totalmente empapada en lágrimas. En ese momento, el tiempo pareció detenerse, hasta que instintivamente nos abrazamos. Lloramos como nunca habíamos llorado (¿aún me quedaban lágrimas?). Con un gesto, el doctor despidió a los enfermeros y él, guardando la aguja, también se despide, cerrando la puerta.

- Creí que te habías ido,- me dijo Ángel entre sollozos.

- Y así fue… Pero para tomar un café.

- Al no verte creí que estabas en el baño y te llamé, pero no contestabas. Entonces pensé que te habías ido…,- aquella última palabra tenía un sentido abismalmente desolador para nosotros dos en ese momento.

- ¡Ey! ¿Qué te dije anoche? Que jamás me separaría de ti.

- Me vi tan sólo…

- Y jamás lo estarás…

Nuestras miradas se volvieron a encontrar. El tiempo se volvió a detener. Me olvidé por completo de todo lo que había a nuestro alrededor. De su rostro, con la hinchazón tan característica de la heridas. Le miré a los ojos y me perdí, me perdí en ellos. La negrura de su pupila me envolvió, y sólo pude salir gracias al reflejo que en sus ojos había de la luz de la habitación. Y no sé por qué, nos besamos.
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Mensaje  Jaitower Jue Mar 04, 2010 3:12 pm

Capítulo 9

Ya habían pasado casi dos meses desde el accidente, y Ángel ya estaba listo para abandonar el hospital. La noche anterior apenas pudimos dormir.

- Ya la última noche, tío…,- dije casi en un susurro, medio tumbado en la silla, mirando al techo y cogiendo de la mano a Ángel -. ¡¡¡Que mañana vuelves a casa!!!

- Sí, ya por fin acabó esto…,- me contestó, con cierto desazón. Yo le miré serio.

- ¿Qué te pasa, tío? ¿Por qué estás tan así?

- Porque esto ya lo sabe todo el mundo…

- Sí, pero hemos conseguido algo que nunca creímos: ¡¡¡el indulto de Telecinco!!!,- Ángel me miró, con una sonrisa forzada y desganada.

- Sí, y por fin podremos poner videos de ellos otra vez, pero…

- Tranquilo,- me incorporé y estreché su mano entre las mías -. Ya lo has visto y oído…

Dejadme que os ponga al día… Unos días antes, Pilar (que la acababan de dar el alta) nos llamó por teléfono.

- ¡¡¡Rápido chicos!!! ¡¡¡Tenéis que ver Telecinco!!! ¡¡¡Pero ya!!!

- Pili,- le contesté yo -. Que ya sabes que por muy divertido que sea, no podemos poner las imágenes…

- Si lo ves, cambiarías de idea…

Contrariado, puse el televisor de la habitación. Y ahí estaba, J.J. presentando “Sálvame”, y junto a él sus cotorras de siempre. Tenía el semblante serio, más de lo normal, y se le notaba cierto temblor en las manos, que no paraba de frotar entre sí. Su discurso, en principio serio y formal, tornaba por momentos divertido por una imperceptible tartamudez que le acechaba en cada palabra.

- “Estimados amigos”,- comenzó a decir -, “ya sabéis que desde hace varias semanas unos compañeros han tenido unos días bastante aciagos. Creo que ya sabréis a quienes me refiero: Patricia Conde, Ángel Martín y sus demás compañeros de Sé lo que hicisteis. Como todos sabréis, y según nos informan ciertas fuentes, parece ser que Ángel Martín y Pilar Rubio tuvieron un accidente que les llevó al hospital. Desde aquel día, han sido innumerables los rumores que circularon sobre el asunto. Y a nosotros nos gustaría, y nuestro director Paolo Vassile el primero, desearles una pronta recuperación, sobre todo al señor Martín, porque parece ser que la señorita Rubio ya ha sido dada de alta, tal y como demuestran ciertas imágenes que yo ahora me niego a televisar. Porque, a pesar de la guerra que existe desde hace meses entre esta cadena y La Sexta, son compañeros, y quiero, queremos, solidarizarnos con ellos. Así que, con el beneplácito del señor Vassile, retiramos la demanda contra La Sexta.”

Un aplauso retumbó en el plató. Ángel y yo nos miramos incrédulos. ¡No nos lo podíamos creer! Yo creo que aquella noticia hizo que Ángel acelerara su proceso de recuperación.

- “También nos gustaría decir”,- continuó diciendo el presentador -, “que esperamos pronto la vuelta del programa, porque, ¿por qué no decirlo? ¡Los días se nos hacen eternos si no tenemos con quien pelearnos!”

Y terminó con cierta sonrisa maléfica… pero con un tono inocente en el fondo.

Una chillona voz se hizo imponer.

-“Yo también quisiera decir algo”,- era la “princesa de San Blas” -. “Debo decir que alguna vez vi el programa, y, la verdad, son muy divertidos. Cuando les he visto imitándome, hay veces que me gustaba, y otras que no me gustaba nada. Pero, en fin, cuando me enteré del accidente, la verdad es que me puse muy triste, pero gracias a Dios que no les ha pasado nada”,- y nos lanzó un beso y, no me hagáis caso, me pareció verla llorar. Aplausos del público.

-“Queríamos hablar con alguno de ellos”,- siguió nuestro “Lady Marmalade” -, “pero pensamos que era mejor no estresarlos más de lo que están. Sobre todo, queríamos saludarlos, desearles suerte y si es verdad que este lunes vuelven con el programa”.

Al momento suena mi móvil. Lo cojo, miro el número (desconocido) y cuelgo.

- Si, ya, no estresarnos,- dije al apagar la televisión y volverme hacia Ángel -. ¡Llevan todo el puñetero día venga a llamar!

- Déjales, por lo menos parece que vamos a poder volver a emitir imágenes de Telecinco…

- Lo que me pone de los nervios es que ahora se venguen yendo todos los días a por todos nosotros y acosándonos, sacándonos fotos, inventando…

- Pues seguimos como hasta ahora, haciendo chistes sobre ello… Como cuando la Cuore.

- No me hables de la Cuore…,- los nervios los tenía a flor de piel. Ángel me pide que me acerque hasta él.

- Tranquilo,- me toma de la mano y me hace sentarme en la cama, a su lado -. Eso es lo que ellos quieren. Esperan que les respondamos y así tener programa para varias semanas más. Ahora lo importante es que dentro de nada me dan el alta y podremos volver a casa… Y descansar… Sobre todo tú, que no te has separado de mí ni un segundo.

- Tal como te prometí,- ver la alegría de sus ojos al saber que ya abandonaba el hospital me tranquilizó. No sé, pero todo lo ocurrido hasta ahora le dio a mi vida un giro de 180 grados. Y no pudimos contenernos y nos besamos y nos abrazamos.

Pero aquella tregua televisiva era sólo de boca, o al menos real en lo referente a los videos, porque la tarde en que Ángel fue dado de alta…
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Mensaje  Jaitower Vie Mar 05, 2010 8:06 pm

Capítulo 10

- No puedo aguantar más,- decía insistentemente Ángel mientras recogía las cosas de la habitación -. Tengo unas ganas increíbles de estar ya en mi saloncito, sentarme en mi sofá y ver mi televisión. Y dormir en mi camita. Y escribir mis guioncitos...

Acabábamos de firmar el alta. Pero yo no le presté atención. Estaba mirando por entre la persiana de la habitación.

- Joer, Dani, tío. Alégrate, o finge alegrarte, ¡que no me he muerto!

Yo no podía apartar la mirada de la ventana.

- Llevas toda la puñetera mañana mirando por la ventana. ¿Qué buscas?

- Siguen ahí,- contesté a media voz.

- Tranquilo,- Ángel se me acercó cojeando, apoyándose en una muleta -. Cuando salgamos pues ni caso.

Mis nervios estaban a flor de piel. Sabía que si atravesaba esa marabunta humana estallaría y me liaría a hostias con todo aquel que se me cruzara. Cerré fuertemente los puños. Ángel se me acercó, me tomó de los hombros y me susurró:

- Es sólo medio minuto. Un minuto entero a lo sumo. ¿Podrás aguantar ese tiempo sin romper cámaras?

- No es eso,- le respondí, volviendo el rostro un poco, y posando mi mano sobre una de las suyas en mi hombro -. Es que, desde el accidente, te veo tan indefenso que cualquier cosa, por muy ínfima que sea, la veo como un gran peligro para tí, para mí... Para los dos...

- ¿Y los chicos? ¿No han venido hoy?

- Les he llamado yo para pedirles que no vinieran. Imagínate la que se armaría si estamos todos aquí,- Ángel consiguió entonces separarme de la ventana para asomarme a sus ojos -. Además, ya sabes que nunca me separaré de ti. Una promesa es una promesa.

Nos abrazamos en silencio.

- ¿No crees que lo mismo ahora nos estén sacando fotos?,- me susurró Ángel al cabo de un rato.

- ¿Y?

- ¿Qué dirías si te preguntaran?,- me miró a los ojos.

- No sé... Lo mismo digo que nos abrazábamos porque salías del hospital...

- ¿Y si insinúan que...?

- Pues...,- le corté -, pues diría que sí, que somos pareja. ¿Qué pasa?

El tono macarrilla con que me salió esta última frase alegró a Ángel, quien dibujó una media sonrisa en su rostro. Se volvió para terminar de empaquetar las cosas que entre todos le trajimos para su estancia en el hospital. Yo le ayudé con la cojera resultante de su accidente, y terminamos entre los dos la maleta. Aquel silencio, para nada incómodo para nosotros, quedó interrumpido por la llegada del doctor.

- Traigo una silla de ruedas para el convaleciente.

Ángel me dio la muleta y, dando saltitos, se sentó en la silla.

- Por fin un poco de quietud,- suspiró -, que llevo todo el día de pie sin parar.

- Pues es mejor que descanse algo,- contestó el doctor -, pero no se olvide de dar algún pequeño paseo de, por lo menos, diez o quince minutos al día. No plante del todo el pie, ni vaya muy rápido. Poco a poco.

- ¿Podrá hacer el programa?,- pregunté.

- Hombre... Si no le hacen levantarse mucho, sí, no veo ningún inconveniente.

Poco después estábamos de camino a la puerta del hospital. Veía cómo se apelotonaban ante la puerta, ansiosos de conseguir un pedazo de carne fresca. Yo estaba empujando la silla de Ángel, mientras él, con gafas de sol (a petición mía), llevaba sobre sí la maleta. El doctor se ofreció a acompañarnos, reclamando para sí la atención para poder explicar lo acaecido, para así nosotros poder huir del lugar. Buena teoría, pero la práctica...

Ya estaban todos los focos encendidos, los flashes ya empezaban a destellar y los periodistas ya comenzaban con las preguntas, a pesar de que nosotros aún no podíamos oírles. Ángel notó que estaba apretando el manillar de la silla.

- Aguanta Dani, aguanta...,- me susurró justo antes de salir por la puerta.

Al cruzarla, la marabunta se arremolinó en torno a nosotros, mientras el doctor, en vano, pedía micrófonos para explicar las operaciones llevadas a cabo. Cientos de palabras pronunciadas a la vez por diferentes voces comenzaron a marearme. A Ángel le veía cabizbajo, agobiado. Yo no podía más, necesitaba urgentemente desquitarme del nerviosismo tan agudo que empezaba a tener, pero ver a Ángel me tranquilizaba... Me tranquilizaba y me enloquecía a la vez. Entonces, un periodista, con dos bemoles, se puso en medio del camino, sin dejar pasar, y comenzó a interrogar a Ángel, quien volvió el rostro. Yo intenté pedirle que se apartara, pero una barrera mediática me lo impedía. El doctor trataba de hacerse hueco entre aquel mar de personas que nos rodeaba a Ángel y a mí, pero, como la marea del mar, le rechazaban. Ángel, tímido, pedía permiso para pasar, pero el periodista seguía en sus trece. Yo alargué mi brazo para que me atendiera y le pedí por favor que nos dejara pasar, pero se me encaró arguyendo que era su trabajo.

- Por favor, es que no nos deja pasar...,- le respondí.

- Oiga, no me he quedado aquí durante tres días con sus tres noches para ahora irme de vacío.

- Ya, lo entiendo, pero comprenderás que después de dos meses en el hospital...

- ¡A mí, como si son dos años! Yo de aquí no me voy sin que me contesten.

- Pues mira tú, que yo te voy a contestar,- los nervios ya no estaban a flor de piel, sino que mi piel ya había hasta echado frutos. Por poco no le golpeé porque Ángel se volvió para mirarme y me tomó de la mano.

- Vámonos, no hagas caso...,- me dijo.

Y nos fuimos, pero yo no podía apartar mi enfurecida mirada de la arrogante del periodista.
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Mensaje  Jaitower Sáb Mar 06, 2010 2:30 pm

CAPÍTULO 11

Por fin llegamos a casa. Nos pasamos todo el viaje en silencio... Bueno, fui yo el callado, ya que Ángel, radiante de ilusión, no paraba de hablar, de volver a dormir en su cama, de volver al trabajo, de estar con sus amigos... Pero yo no dejaba de pensar en dos cosas: la primera, en la expectación (excesiva) mediática que este asunto ha provocado, y la segunda, que ahora ese periodista tergiverse nuestro "encuentro" de forma que él sea una víctima indefensa y yo le haya amenazado verbal y físicamente (¡¡¡si es que me conozco a la gente de su misma calaña como si les hubiera parido!!!).

Al llegar ya a nuestra casa, Ángel estaba nervioso, ansioso, como cuando vas a una perrera y ves a los cachorros ladrar y moverse como locos. Pues Ángel era en ese momento como un cachorrito. Quería entrar y ver todas las estancias de la casa, pero yo le retenía en la silla.

- Recuerda lo que ha dicho el doctor: reposo. Así que no te muevas de aquí.

Como pude, metí la silla en la casa, cerré la puerta, dejé a Ángel en el salón, cogí la maleta y la dejé en la habitación.

- Joder, Dani, tío... ¡¡¡Creo que estoy soñando!!! ¡¡¡Que no me creo estar ya en mi casa!!! Estoy en una nube...,- Ángel no dejaba de hablar casi a grito pelado desde el salón, mientras yo estallé, en silencio, en el dormitorio del enano -. ¿Eh, Dani? Esto hay que celebrarlo. Invitemos a todos a una fiesta. Oye, ¿no habría sido mejor hacerME A MÍ la fiesta? Como una fiesta sorpresa, con sus serpentinas, sus globos, sus matasuegras... ¿Dani? ¿Dani, dónde estás?

El chirrido de la silla me hizo estar alerta. Ángel apareció por la puerta, serio.

- ¿Estás bien, tío?

- Sí, sí claro,- respondí, volviendo el rostro y tratando de eliminar cualquier rastro de lágrimas.

- ¿Qué te pasa?,- preguntó, adelantándose hacia mi.

- No es nada,- noté la mano de Ángel sobre mis hombros.

- Dani, tío... No hace falta que finjas ni que te vuelvas cuando estoy contigo. Sé que estás llorando. Y lo comprendo. En estos días ha habido un cúmulo de sucesos que es normal que explotes... Mi accidente, el coma, los periodistas, esta silla de ruedas... Que soy gay...

- No,- dije muy seco, volviéndome hacia Ángel -. Ya te he dicho que me da igual lo que seas o cómo seas. Seguirás siendo mi amigo.

- Lo sé, y por eso quiero que sepas que sigo empeñado en la idea de abandonar esta casa e irme por mi cuenta. No quiero tener que provocarte más disgustos...

- Ángel,- me levanté para arrodillarme ante él -. Tú te quedas aquí como que me llamo Daniel Mateo Palau, y te juro por lo más sagrado del mundo que haré que te sientas tan bien, que olvides esa estupidez de irte de la casa... ¡Ey! ¿Y ahora cómo pago la hipoteca si no pagas tu parte?

Intenté sonreír con la pregunta, pero me salió un rostro más bien picassiano (o esa fue mi sensación). Ángel, mirándome a los ojos, y como sabiendo leerlos, me abrazó y dejó salir una lágrima de sus amoratados ojos. Ese abrazo, ese sollozo, me hizo recordar todos los momentos, tanto buenos como malos, que pasamos juntos.

- Bueno,- dije, separándome del abrazo -. Dejemos de llorar como unas marujas adictas a las telenovelas, y abramos tu maleta. Que cuanto antes terminemos con esto, antes podrás descansar...

Y desempaquetamos la maleta. Yo realmente hice todo el trabajo de sacarlo todo de la maleta y guardarlo en su lugar, pero Ángel quería ayudar y cada dos por tres hacía amagos de querer levantarse de la silla, pero yo le retenía.

- Y ahora a dormir un poco,- le dije cuanto terminamos -, que seguro estás deseando en echarte un rato en una cama de verdad.

- Y tú también,- me respondió -, que esa silla del hospital debía de estar más dura que una tabla de madera.

- Es que era una silla de madera,- y reímos, que buena falta nos hacía.

Fui a ayudar a Ángel a levantarse de la silla para recostarlo en la cama, pero Ángel me paró.

- Ya que estamos en casa, ¿por qué no me haces algo de comer? Que la comida del hospital hace honor a su leyenda.

Y me lo llevé, con silla y todo, al salón. Le dejé viendo la televisión (aunque ninguna tenía ganas de ver nada, tan sólo vernos y hablarnos en silencio), mientras yo preparaba algo para llenar el buche. Después de dos meses en el hospital junto al enano, lo único que se salvó de la caducidad fue la botella de vino que compré el día del accidente. Cuando la vi, recordé todo y no supe qué hacer con ella. Abrí la nevera. Sólo se salvaban los tres huevos que quedaban de la última docena que compramos, un plátano (aunque ya se veían síntoma de ennegrecimiento), medio limón (¿por qué siempre que la nevera está vacía, siempre hay medio limón?), una lechuga y algún que otro tomate. La carne que compré aquel fatídico día se había podrido casi por completo, así que lo tiré.

- Bueno, espero que te guste esto...,- dije llevando un plato al salón, con cara de escepticismo.

- Bueno, Dani...,- me dijo cuando le serví -. Cualquier cosa vale...

Y no penséis mal. Lo único que hice fue picar una hoja de lechuga, partir el tomate en tres trozos y cocer uno de los huevos.

- Es lo único que se ha salvado...,- dije.

- Claro, como no has pasado por casa en estos dos últimos meses, pues toda la nevera a la basura. Bueno, no te preocupes, que cualquier cosa es mejor que la comida de hospital,- y la verdad es que, o la comida de hospital era muy mala, o Ángel tenía un hambre atroz, porque en un abrir y cerrar de ojos arrampló con todo el plato.

Pero hubo algo en la televisión en ese momento que nos cortó la digestión (sí, a los dos, a pesar de que yo no comí nada).
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Mensaje  Jaitower Dom Mar 07, 2010 1:38 pm

CAPÍTULO 12

- Y ahora, en primicia, unas imágenes heladoras,- decía una voz sin rostro. Y, al momento, un fragmento del video grabado por aquel periodista a la puerta del hospital.

- Sí,- decía él, a la cámara, en una sala -, me han amenazado.

Música de suspense.

- ¡¡¡Serán cabrones hijos de...!!!,- Ángel no me dejó terminar.

- Tranquilo Dani, recuerda lo que me dijiste antes de aquello. Que eso es lo que quieren para conseguir audiencia. Lo mejor es dejarlo pasar.

Si me viera en un espejo, o me hicieran una foto en ese momento, puedo asegurar que mis ojos estarían inyectados en sangre, a punto de estallar de rabia.

- Lo mejor es no hacerles caso,- prosiguió el pequeñín -. Si no les haces caso, lo olvidarán y te puedo asegurar que si nadie se mete en medio, en menos de un mes ya ni ellos mismos se acordarán.

- Pero lo más impactante,- comentaba el presentador -, son las imágenes que se captaron momentos antes del incidente.- Y nuevo cebo, con imágenes del programa, NUESTRO programa. Escenas que, según guión, salíamos los dos: cogidos de la mano, o bailando juntos, o dándole a Ángel un beso en la mejilla, o Ángel soplándome en la oreja (durante el informativo). Y un mensaje sobre fondo negro: "Ángel y Dani... ¿más que amigos?"

- ¿Te lo dije o no te lo dije?,- pregunté bastante histérico -. ¡Al final ese periodista de pacotilla se va a salir con la suya! Que nos han grabado, tío, ¡que nos han grabado en la habitación del hospital!

- ¿Y qué?

- ¿Cómo que y qué?,- me exasperé todavía más ante la pasividad con que me respondió Ángel -. Pues que ahora, cada vez que salgamos a la calle, habrá toda una legión... ¿qué legión? ¡Un ejército entero de cámaras persiguiéndonos y haciendo preguntas!

Ángel me tomó de las manos y me miró a los ojos. No sé por qué, pero Ángel tiene la extraña capacidad de calmar a la gente con sólo una mirada. Vamos, como Orfeo, pero sin lira y sin música.

- Dani, olvídalo. Tú ni caso...

- Es que es muy pronto para que la gente lo sepa...

- Dani,- junto nuestras manos en un único puño -. Sólo tú sabrás cómo actuar cuando sea el momento oportuno.

¿Cómo? ¿Y esa frase? ¿La ha leído en una botella de licor chino? ¿O le ha salido en un juego del facebook? La verdad es que yo no entendí nada. Sólo sé que en ese momento nos llamaron a los dos a la vez al móvil.

- Número desconocido...,- susurramos a la vez -. No creo que sea ninguno de estos,- proseguí yo -, porque si estuvieran viendo esto, nos llamarían, sí, pero no ocultarían el número.

Ángel no sólo no colgó su móvil, sino que lo apagó. Yo le imité.

- ¿Ves?,- me dijo -. Así ya no nos molestan.

- Pero, ¿y la tele?

Entonces Ángel hizo algo simple, pero heroico (en cierto modo): cogió el mando y apagó la televisión.

- ¿Mejor?

- ¿Y los demás que lo estén viendo?

- ¡Pues que lo vean y que piensen lo que quieran! No nos van a quitar el sueño por unas imágenes que pueden significar mil cosas y ninguna a la vez. ¿Sabes esos juegos que son un dibujo que te preguntan que qué ves, si una taza o dos caras, y, según quién, te contestan una cosa o la otra, y la respuesta es que son los dos dibujos a la vez? Pues esto es lo mismo: cada uno verá lo que quiera ver (eso sí, este programucho guiará a sus espectadores a ver lo que ELLOS QUIERAN que se vea).

Y nos quedamos un rato en silencio, mirándonos a los ojos. Hasta que Ángel rompió el hielo.

- Por cierto, muy buena la cena. Saludable. Aunque le ha faltado un poco de sal.

Ángel me soltó las manos, dejó la servilleta en la mesa, puso el plato en su regazo y se dispuso a irse cuando le detuve.

- Espera, que ya me lo llevo yo,- y tomé el plato y lo llevé hasta la cocina. Mientras, Ángel intentaba dominar la silla.

- Déjame,- me dijo cuando volví para ayudarle -. Algún día tendré que saber manejarla, ¿no?

- Sí, pero no será para siempre. Ya sabes que ha dicho el doctor que puedes caminar...

- Pero, hasta entonces, tengo esto,- y se fue él solito hasta la habitación.

- ¿Quieres... quieres que te ayude?

- Bueno, sí...

Abrí la cama y le ayudé a acostarse.

- Dani,- me dijo ya acostado -. No le des más vueltas. Que no te quiten el sueño. Mira, si mañana amaneces con insomnio, espero que sea por los nervios de volver al programa, porque como sea por esos mamarrachos...

No sé cómo lo hace, pero siempre consigue sacarme una sonrisa. Ese era mi Ángel, el que yo conocí en Barcelona, aquel joven tímido que uso su gabardina para imitar a un fantasma porque era lo único que tenía a mano, ese chaval que en Noche Sin Tregua supo crear el personaje que en Se Lo Que Hicisteis le ha dado la fama que no se merece... Porque no se la merece (en el buen sentido, no sé si me entendéis).

Me fui de la habitación y cerré la puerta. Yo me fui a la mía. Me acosté, pero no conseguía conciliar el sueño. Eran los nervios, seguro. Los nervios de que Ángel ya estaba en casa, los nervios del accidente, los nervios de que el programa vuelve después de dos meses sin emitir por aquello. Pero no, eran nervios por esas malditas imágenes. Quería gritar, quería llorar, quería reír..., pero no podía. Miraba el reloj, y pasaban los minutos como si fuesen horas. Era imposible conciliar el sueño. Así que hice una cosa, sólo una, que hizo dar un giro de 180 grados a mi vida. Así que me levanté, salí de mi cuarto y llamé a la puerta de la habitación de Ángel. La entreabrí un poco.

- Ángel...,- Ángel se revolvió en la cama y se giró hacia mí -. ¿Puedo dormir contigo?

Ángel, lejos de quejarse por haberle despertado, me invitó a acercarme. Yo, tímido a más no poder, llegué hasta la cama y me senté.

- Hay sitio de sobra para los dos... Que no te dé corte. Si ya dormimos juntos varias veces antes, ¿no te acuerdas?

Es cierto, cuando empezamos a vivir por nuestra cuenta, tuvimos la necesidad de dormir juntos en el mismo sitio: el coche, una cama en nuestro primer piso compartido, en un banco cuando viajamos a Nueva York... Pero jamás llegamos tan lejos como aquella noche...
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Mensaje  Jaitower Lun Mar 08, 2010 2:37 pm

Capítulo 13

Aquella noche iba a ser una noche que todo ser humano vive (por desgracia) una vez en la vida: una noche de insomnio. Por más que me esforzaba en dormir, no lo conseguía. Pensé que durmiendo con Ángel a mi lado conciliaría el sueño, pero me equivoqué. Me quedé ahí, quieto, como una estatua yacente, ya sabéis, esas que están tumbadas, mirando al techo. Ángel sí que estaba ya en fase REM, e incluso habría pasado a la fase MI (perdón por el pésimo juego de palabras), porque no era normal en un hombre quedarse tan dormido en un segundo. Claro que Ángel llevaba dos meses sin dormir medio bien...

La noche se me hacía eterna, y encima a la mañana siguiente había que madrugar para volver con el programa. Me veía pidiendo a alguien hacer mi sección... y mis personajes y los cromas. Pero, ¿quién podría hacer del "esmirriao", o el informativo, o a Jordi? ¿Miki? ¿Berta? ¿Rober? Miré el reloj... apenas pasaron cinco minutos... ¡¡¡cinco minutos que me parecieron cinco años!!! Miré a Ángel, dándome la espalda. Estaba totalmente acurrucado a un lado de la cama, durmiendo tan plácidamente que me daba miedo moverme, respirar siquiera, no fuera que le despertara. Volví a mirar el techo. En su lisa superficie reviví el suceso con el periodista, e, incluso, imaginé otras situaciones, como que se apartaba amablemente... o que yo le daba un puñetazo.

La boca se me empezaba a secar. Tenía sed, pero no podía, no quería moverme. Pero no aguantaba más y me decidí a levantarme para ir a la cocina. Sin dejar de mirar a Ángel por si se despertaba, me fui a beber un vaso de agua, y otro, y otro... Jamás tuve tanta sed... Al volver, traté de ser lo más silencioso posible, pero al acostarme, Ángel se volvió.

- Tranquilo, duerme,- le dije.

- ¿Qué haces? ¿No puedes dormir?

- Tenía sed y he ido a beber un poco de agua.

- Yo también tengo sed...,- me levanté para ir a por un vaso, pero...-, de tus labios...

La verdad es que me quedé de piedra. De acuerdo que Ángel fuera gay, pero pensar que estuviera enamorado de mí... Sí, de acuerdo, me comentó que soñó varias veces conmigo, pero es que aquello ya era demasiado fuerte para mí... hasta que respiré aliviado. Me fijé bien, y Ángel estaba dormido, nada más terminar la frase, empezó a roncar. Estaría soñando. ¿Estaría soñando conmigo? No me atrevía a volver a la cama, pero mi corazón pudo más que mi cabeza y me metí en la cama nuevamente. Necesitaba estar con él, ya que aún no me creía que estuviera en casa. Cuando me acosté, me quedé mirándole a la cara como un tonto, hasta que el sueño ya empezó a hacer estragos en mí, y los párpados se me cerraron... por poco tiempo, ya que noté algo, como si se apoyara algo sobre mi cuerpo. Abro los ojos y ví a Ángel mirándome, despierto totalmente, con el brazo sobre mi cintura.

- Ya no te me volverás a escapar,- me dijo antes de besarme.

Aquel beso era mucho más apasionado que el que nos dimos aquella vez en el hospital. Aquel era más sentimental, pero este tenía cierto regusto a lujuria. Yo me quedé bastante sorprendido. Admito que el primer beso que nos dimos fui yo el lanzado, pero no era muy consciente de lo que hacía, pero éste... éste no me gustaba nada, pero no hice nada para remediarlo. Me quedé ahí, quieto, mientras Ángel peleaba y jugueteaba con nuestras lenguas. Por fin, hubo un momento de respiro.

- Lo siento,- me dijo muy arrepentido -. No sé qué me ha pasado... Debí de haber soñado y, claro, la duermevela, ya se sabe... Perdón...,- se empezó a levantar para irse, pero le retuve del brazo.

- Ángel...

Nos quedamos mirándonos como dos tontos, totalmente inmóviles, hasta que logré mover mi brazo y lo acerqué a mí... para volver a besarnos... Y terminamos haciendo el amor.

En aquel momento ya me daba igual todo, me daba igual el hospital, me daba igual el periodista, me daba igual las imágenes, me daba igual la gente. Sólo quería estar con Ángel. Él era mi razón de ser, de mi existencia. Sin él no era capaz de seguir viviendo. Era mi amigo, mi hermano. Más que eso incluso. Era mi amante... Un momento... ¿He dicho amante? Aquí falla algo... Yo no soy gay. Entonces, ¿qué hacía yo besándome con otro hombre? Y no un hombre cualquiera, uno de la calle, no. Se trataba de Ángel, mi Ángel, mi amigo de la infancia, aquél con el que compartí mi vida, sus momentos, buenos y malos, aquél que me debe todo lo que es, y al que debo todo lo que soy... Pero eso ya no me importaba. Me dejé llevar por ese abismo erótico, esa experiencia tan íntima en una persona que sólo es capaz de compartirla con una sola persona para que sea maravilloso. Empezamos a explorarnos mutuamente, descubriendo sensaciones que nunca más se volverían a encontrar.

Como si de una típica peli de zombis se tratase, empezamos a devorarnos mutuamente, a degustarnos y saciarnos de nuestros cuerpos, a saborear cada parte del cuerpo del otro, como si no hubiera mañana, o como si se tratase de un concurso de esos de comer cien pasteles en el menor tiempo posible, pero no queríamos empacharnos. Había momentos de degustarlo todo pacientemente, y momentos de querer terminar el plato cuanto antes.

Con Ángel aquella noche exploré nuevas sensaciones que nunca antes descubrí con ninguna de las chicas con las que me encamé en mi juventud, ni siquiera con la que hasta aquella noche era mi novia.

La verdad es que Ángel, a pesar de llevar poco tiempo en "la otra acera", sabía cómo manejarse (¿era yo el primero con quien se acostaba?), e hizo gala de su experiencia musical (sí, es verdad la leyenda sexual sobre los pianistas). Cuando pasaba sus dedos por mi cabello, es como si tocara Chopin; si me acariciaba la espalda, oía a Mozart; si se pasaba por mi pecho, estallaba en mi mente el piano de Liszt; y no os digo lo que hacía con sus manos para que yo pensara en Schubert... Y el súmmum, el éxtasis, se aparecía ante mí como si se tratara de las últimas sonatas de Beethoven.

He de decir que, a pesar de ser mi primera experiencia de este tipo, jamás la iba a olvidar, no sé si por descubrirme nuevos caminos, o porque la tuve junto a alguien muy querido (y amado) por mí.

Y sí, aquella noche conseguí dormir...
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Mensaje  Jaitower Mar Mar 09, 2010 1:50 pm

CAPÍTULO 14

Un ruido me despertó. Era el despertador. Ya eran otra vez las seis de la mañana. Apenas pude dormir unas pocas horas. Lo apagué y seguí durmiendo. Eso era algo raro en mí, ya que por poco que durmiera, si me tenía que levantar luego temprano, lo hacía, durmiera ocho horas u ocho minutos. Pero aquella vez no me apetecía nada levantarme.

- Venga, Dani, tío, levántate...,- me dijo un Ángel totalmente somnoliento. Me movió el hombro mientras él se incorporaba.

Un momento... ¿desde cuándo era él el madrugador y yo el remolón? Pues sencillamente desde que hicimos el amor. A partir de ahí dejamos cada uno de ser quienes éramos para dar rienda suelta a nuestro subconsciente y nuestra dormida naturaleza animal. Noté la puerta de la habitación abriéndose. Hice lo mismo con uno de mis ojos y, en la penumbra, vi a Ángel salir de la habitación.

- ¿Adónde vas?

- A una entrevista de trabajo,- me respondió socarrón -. ¿Adónde crees? Me voy a la ducha, que desde el accidente no me he podido ni lavar las manos,- y se metió en el baño.

Yo ya conseguí despertarme y me quedé mirando al techo, con la imagen de Ángel de espaldas desnudo. La verdad es que es pequeñito... ¡pero qué hombre! Entonces comencé a recordar lo ocurrido esa misma noche... Los besos... Las caricias... Su aliento sobre mi rostro, o más bien, sobre mi nuca... Su voz jadeante en mi oído... Sus gotas de sudor empapando mi cuerpo... Y los momentos de éxtasis llenos de dulce furia y agradable violencia... Pero desperté de esa soñada realidad, gracias, sobre todo, a Ángel. Estaba en la ducha... cantando. Jamás había oído a Ángel cantar..., miento, jamás le había oído cantar en la ducha. Como mucho tarareaba algo, o silbaba, pero jamás llegó a dar esos berridos. La verdad es que como buen músico, no se le daba nada mal, pero me animó a levantarme y golpear un par de veces la puerta del baño con los nudillos.

- Ángel, tío, córtate un poco, que son las seis de la mañana.

- ¡Perdón!

Sonriendo, me fui a la cocina a seguir con la rutina que dos meses atrás se vio tan repentinamente interrumpida: cafetera, cama, y aproveché para deshacer el equipaje de Ángel (y para ponerme los calzoncillos... ejem...). Cuando Ángel salió de la ducha, se fue directo a por su taza de café, toalla a la cintura, mientras yo daba los últimos sorbos a la mía. Ángel estaba totalmente radiante, incluso llegué a pensar que se le curó la cojera, si no fuera por los pequeños saltitos que daba al tratar de desplazarse y porque se apoyaba en paredes y muebles. Al sentarse, me miró alegre. Yo le respondí de igual manera.

- Veo que hoy nos hemos levantado de buen humor, ¿eh?,- le dije.

- Así es. ¡Por fin he vuelto a casa!

- Ya era hora... Que he tenido que hacer tus tareas.

Aquello le hizo gracia, tanto que casi le da un ataque de risa. A mí también, hasta que me puse algo más serio.

- Esto... Ángel... Sobre lo de anoche, yo...

- Tranquilo,- me cortó -. No hay nada de qué hablar...,- se quedó cabizbajo y muy serio. Ya no me miraba a los ojos, ni siquiera me miraba ninguna parte del cuerpo -. La verdad es que no sabía lo que hacía. Te pido perdón, tío. No sé qué me pasó, qué se me pasó por la cabeza... Comprendo que ahora no me quieras ni dirigir la palabra...

- No, no, no,- le tomé de las manos -. No te avergüences de ello. Yo no lo hago.

Ángel me miró. La verdad es que pude adivinar en sus ojos el sentimiento de culpabilidad que estaba haciendo mella en él.

- Lo siento tío,- me dijo -. No quería aprovecharme de ti. Eres mi mejor amigo, y yo nunca haría algo así a un amigo...

- No,- le volví a interrumpir -. Lo de anoche sólo se puede compartir con un amigo... Y me alegro de serlo.

- Pero yo soy gay. Tú no.

- Quizás ahora me lo empiece a plantear.

- No Dani. No quiero que tires por la borda lo que te ha costado hacer durante toda tu vida por una tontería...

- Oye, Ángel. Lo de anoche no fui ninguna tontería. Es más, fue algo maravilloso, algo tan especial que trataré de recordarlo durante el resto de mi vida hasta el momento en que me toque largarme de este mundo, ¿me entiendes?

- Ya, pero yo no quiero que...

- ¡Ey! No te preocupes por nada...,- y le besé. Noté a Ángel en ese beso que no estaba conmigo -. Ángel, ¿estás conmigo?

- ¿Eh? Sí... Sí...

- No te preocupes. Tú no tienes la culpa de nada. Te quiero, tío. Y siempre te querré...,- y le volví a besar. Y sí, esta vez sí que estaba totalmente conmigo -. Y ahora termínate el café, que en cuanto me duche nos largamos al plató.
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Mensaje  Jaitower Miér Mar 10, 2010 2:02 pm

CAPÍTULO 15

Llegamos a los estudios como siempre, a las ocho en punto. Pero desde que entramos por la puerta, noté un sudor helado en mi nuca que no se me quitó en todo el día. Para empezar, la chiquita de la recepción apenas nos miró... Y eso que siempre nos saluda a todos con una amplia sonrisa. Da igual si te has levantando con un pie izquierdo, que con dos, que con cien, es verla sonreír y animarte para el resto del día. En el ascensor, nadie lo paraba para que nosotros entráramos, y cuando pudimos coger el siguiente, nadie quería acompañarnos. Ángel me miró extrañado.

- ¿Qué le pasa a la gente hoy? ¿Es el día del mal humor o qué?

El sudor comenzaba a hacer estalactitas en mi frente. No sé por qué, pero tenía un mal presentimiento...

Al llegar a nuestra planta, ninguno de los guionistas nos dirigía palabra alguna. Quizás algún hola mecánico, o una mirada de basilisco, pero es que era aparecer nosotros, y desaparecer ellos. Llegamos a nuestro despacho, y mi sudor acabó por convertirme entero en un cubito de hielo. Los dos nos quedamos helados.

- ¿Se puede saber quién ha puesto esto?,- Ángel estaba enfadado, como aquel día...

Salió a la puerta y gritó a los cuatro vientos, enseñando en la mano lo que nos dejaron junto al ordenador.

- Repito: ¿¿¿Quién coño ha puesto esto aquí???

- Ángel, tío...- traté de tranquilizarle, pero se deshizo de mi con un golpe de hombro.

Nadie nos miraba. Sí que se volvieron al primer grito, pero al siguiente ya no prestaron atención, incluso llegaron a irse de toda la planta. Ángel entonces se volvió, entró en el despacho y cerró de un portazo que por poco hace la puerta giratoria. Se sentó en la silla, hizo jirones lo que tenía en la mano y lo tiró a la papelera, para terminar llorando. Yo tomé los trozos y los uní. Era una foto del famoso reportaje de anoche. Se nos veía abrazados a través de la ventana del hospital.

- Ángel, tranquilízate, es sólo una foto...,- me acerqué hasta él para abrazarlo, pero él se separó dándome un empujón que tiró al suelo.

- ¡Déjame en paz!

- Pero Ángel... ¡Soy yo, Dani! ¿Qué te pasa? Es sólo una foto... ¡Una foto!

- Es más que eso... ¡Es una prueba!

- ¿De qué? ¿De que eres gay? ¡Por favor! Si en esa foto se puede ver lo que uno quiere que se vea...

- Sí, pero si lo dicen por la tele, se lo creen...,- una voz nos interrumpió.

- ¡Patri!

- Chicos...

- ¿Cuánto llevas ahí?,- le pregunté.

- Lo suficiente como para entender lo que os pasa...,- quiso entrar a la oficina, pero Ángel se levantó rápido y la echó -. ¡Sólo quiero hablar! Por favor, dejadme entrar...

Miré a Ángel, y me entendió. Respiró profundamente un par de veces antes de abrir la puerta.

- Perdona Patricia...,- trató de disculparse.

- Tranquilo... Contadme, ¿es cierto?

- Es que no llegamos a ver el reportaje entero...

- Pues básicamente dice dos cosas: la primera, que pegasteis al reportero, y la segunda que si sois pareja...

Ángel empezó a enfurecerse, pero yo le retuve en la silla.

- Patricia, este no es el momento...,- le respondí yo -, pero la verdad es que todo es mentira. Ni le pegamos al tipo ese, ni somos pareja.

- ¡Dani!,- Ángel me miraba con los ojos totalmente abiertos, con cara de haber recibido la peor noticia del mundo. Se quiso levantar, pero le volví a detener.

- ¿Qué te pasa?,-le pregunté.

- ¿Es que no te acuerdas de lo que me dijiste en el hospital? ¿Eso de que estarías siempre a mi lado? ¿Y lo de anoche...?

- No creo que a Patricia le interese eso...,- le interrumpí.

- Bueno, chicos,- dijo ella -. Veo que tenéis cosas de qué hablar... Si queréis hablar conmigo, ya sabéis dónde buscarme...,- y se fue.

- Dani... Me dijiste que...

- Y es verdad. Jamás me separaré de tí... ¿O es que lo de anoche no te convenció?,- y le besé, pero Ángel se apartó en el último momento. Se zafó de mí y se quedó junto a la puerta.

- ¡Pero es que aún no estoy preparado para salir del armario!

- Hombre, yo creo que si se lo dices a tu mejor amigo, ese es el primer paso para...

- ¡Pero aún falta el resto del mundo! Todos mis amigos, mi familia... Y tú, Dani; tú también, tío...

- Mira,- le tomé de los hombros -. Tú y sólo tú sabrás cuándo es el momento. No lo fuerces.

Ángel me miró, con ojos llorosos, y nos abrazamos. Ángel dejó su cabeza sobre mi pecho, llorando, mientras yo le acariciaba el cabello.

- Tú y sólo tú...
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Mensaje  Jaitower Jue Mar 11, 2010 8:55 pm

CAPÍTULO 16

Nadie nos dirigió la palabra en toda la mañana. En el comedor, a la hora de comer, todos se peleaban por no sentarse con nosotros. La verdad es que aquello me molestaba bastante, pero el pobre de Ángel… cada vez que él lo notaba, se entristecía y se enfurecía cada vez más.

- Joder,- consiguió decir durante la comida -. Ni que fuéramos unos apestados.

- Bueno,- le respondí -. Ten en cuenta que esto no se lo esperaba nadie…

- Ya, pero podrían disimularlo mejor. Que esto no es el instituto.

La verdad es que la comida aquella vez me supo muy amarga… Y porque me la preparé yo mismo, que si no pensaría que nos querían envenenar. Ángel, en cuanto terminó, se levantó de la mesa, recogió su bandeja y se fue, cabizbajo. Yo le veía irse, y se me quitó el hambre. No pude más y le seguí fuera del comedor, hasta llegar al baño.

- Ángel,- le dije, tomándole del brazo, dentro de los aseos -. Tú ni caso. Que les den.

- Sí… Que les den…,- lo dijo sin ganas.

- ¿Quieres que hablemos?

- No, no hace falta. Ya nos hemos dicho todo lo que nos teníamos que decir… Pero estos cabrones que se hacen llamar amigos…,- su rostro empezó a endurecerse.

- No te enfades. Lo mismo quieren hablar con nosotros, pero no se atreven. Es que…

- Es que ese hijo de…,- Ángel cerró su boca enfurecido -. ¡Joder, si es que si le llamo eso, es un insulto para las putas!

- Venga, ya, tranquilo…

- Ese periodista de pacotilla nos ha buscado la ruina.

- Pero podéis rebelaros contra él para dejarle en mal lugar…

Patricia volvió a hablarnos. Entró en el baño y nos abrazó.

- Por favor, esta vez escuchadme y no me saquéis a la fuerza,- dijo mirando a Ángel.

- Ya no tengo fuerzas para nada…

- Pues escuchadme. Siempre que nos han insultado, o que se han metido con nosotros, nosotros siempre nos hemos rebelado siguiéndoles el juego. Recordad cuando los de Intereconomía decían que éramos unos farloperos. ¿Y qué hicimos? Pues saliste tú, Ángel, con la cara llena de harina, y Miki luego se acercó pidiendo “lo suyo”. ¿Y el encuentro de Pilar con aquella periodista? Decían que sus respuestas se las chivaba una compañera. Entonces, para que lo explicara, salía Pili con esa misma chica, y pregunta que la hacíamos, respuesta que le pasaba la muchacha.

- ¿Qué quieres decir con eso?,- le pregunté.

- Pues que le hagáis tragar sus propias palabras.

- ¿Te refieres a que…?,- Ángel no llegó a terminar la frase cuando se me quedó mirando -. ¡No, no, no! ¡Me niego!

- ¡Ángel!,- Patricia siguió -. A mi me da igual si es cierto o no. La cosa es que ese tipo no se salga con la suya.

- ¡He dicho que no y punto!,- Ángel se volvió enfadado. Patricia me tomó del brazo y me llevó aparte.

- Trata de convencerlo,- me susurró -. Yo trataré de hablar con la gente para que nos os hagan vacío.

- Pero es que Ángel se pone muy burro cuando se enfada…

- Yo voy a hablar con Chispi para que cuando le de la señal, ponga la foto…

- ¡Patri! ¡Ni se te ocurra!

- ¡Déjame terminar! Quiero que convenzas a Ángel para que lo hable en el programa, no de verdad, pero sí que al menos parezca una broma nuestra. Por favor… Si de verdad le quieres…

“Si de verdad le quieres…”. Aquella frase me penetró en lo más profundo de mi alma. ¿De verdad le quería? Como amigo, sí, pero, ¿y como amante? Patricia aprovechó para irse en el momento en que me di la vuelta para ver a Ángel. Seguía en la misma postura. Quise acercarme, pero tuve miedo.

- Venga, habla,- me dijo secamente, sin volverse -. ¿Qué cuchicheabas con la loca?

- Pues…,- traté de acercarme a él, pero estaba paralizado -. Pues que te lo tomes como una broma…

- ¡Sí, ya!,- se volvió hecho un basilisco -. ¡Para ella es fácil decirlo! ¡Como a ella le pasó lo mismo!

- No fue exactamente lo mismo… Insinuaron que era lesbiana, pero es que lo nuestro…

- Lo nuestro es cierto,- continuó Ángel, con amagos de llorar -. Es que, Dani, no lo soporto más… ¡Siempre tienen que ir a hacer daño donde más duele!

- Pues devolvámosle la jugada,- conseguí acercarme y abrazarle.

- ¿Cómo?,- preguntó sollozante.

- Patri me ha dicho que hablará con la gente para que no nos hagan vacío. Además, hará que Chispi ponga la foto en directo…,- Ángel volvió a enfadarse y trató de escapar, pero conseguí retenerle -. Para que nos riamos de él.

- ¿Y cómo? ¿Cómo nos reímos de algo que es real? ¡Las demás cosas eran mentira!

- ¡Pues hagámosles pensar que esto también es mentira! Mira, si estás dispuesto a todo, tengo la solución… ¿Lo harías por mí?

Ángel quedó bastante tiempo en silencio, sin poder mirarme a la cara, pero finalmente halló la respuesta en mis ojos.

- Por ti sería capaz de cualquier cosa.
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Mensaje  Jaitower Vie Mar 12, 2010 12:24 pm

CAPÍTULO 17

Ángel, después de lo del baño, se fue. Yo quise seguirle, pero pidió estar sólo. Yo me quedé en el baño, pensando en él. Pensé que seguiría enfadado y lo mismo haría alguna locura, o prepararía algo fuera del guión para atacar a aquel periodista. Pero no quise seguirle. No quería atosigarle. Que cuanto más le dijera que no pensara en ello, más se obsesionaría. Al cabo de un rato, salí. No sé por qué, pero en cuando abrí la puerta, miré en todas las direcciones. Tan sólo hablamos, pero tuve la sensación de que hicimos algo malo, algo que los demás no debían saber.

No sabía a dónde ir. Si me iba al despacho a terminar el guión, lo mismo me lo encontraba ahí… Quería dejarle solo, pero es que quedaba poco para que el programa empezara. Me lo pensé bastante, y al final decidí ir al despacho. Me asomaría sin que él se diera cuenta. Si está, pues me doy media vuelta; ¿que no está?, pues me quedo. Y fue lo segundo.

- Qué raro…,- pensé -. Si aún le queda bastante guión por hacer…

Vi la pantalla de su ordenador y aún no había escrito ni tres hojas. Y faltaba menos de una hora para el programa. Bueno, él sabrá lo que se hace. Siempre hace lo mismo, y siempre termina a tiempo. Y, claro, así sale luego el programa…

Me puse a escribir mi guión, y de repente noté una sensación extraña. Miré a mi alrededor. Claro, estaba solo. Yo, acostumbrado a hacer el guión con ajetreo, ahora que no había nadie, pues me resultaba extraño… Y más sin Ángel a mi lado… Pensando en ello, me quedé quieto, con las manos sobre el teclado, mirando la pantalla en blanco. Tenía las noticias sobre las que debía hablar anotadas en un post-it, pegado a un lado de la pantalla, pero no se me ocurría nada. ¡Ni siquiera podía poner el título de la noticia en sí! ¿Qué me pasaba? Estaba obsesionado con Ángel, tanto o más que cuando el accidente. Jamás me había pasado nada parecido, ni siquiera con mi novia… Bueno, ex novia… Que esa era otra. ¿Cómo se lo digo? Y no sólo a ella, sino a mi familia.

- ¿Qué tal vas?,- me pregunta una voz que me hace salir de mis pensamientos.

- ¿Eh? Pues… en ello…,- le dije, mirándole a los ojos.

- Yo voy a ver si termino esto, que ya empezamos,- y se sentó a mi lado a terminar su guión.

- Esto… Ángel… ¿Dónde has estado…?

- Nada…,- me dijo, alegre, concentrado en su guión -. Cosas mías.

Me quedé mirándole, como un tonto. De vez en cuando echaba un vistazo a lo que escribía. Sin duda, volvía a ser el de siempre.

- ¿Y tú qué?,- me dijo, sin apartar la vista de la pantalla.

- ¿Eh? Nada…

- Vale que tu sección dure cada día menos, pero, ¡coño!, prepárate el guión.

- Es que no se me ocurre nada…

- Piensa un poco…

- Para qué, si sólo es comentar la noticia y hacer un doblaje.

- No tientes a la suerte… Que seguro que hay un montón de ideas por ahí… ¡Busca entre tus neuronas, tío!

- Es que hoy no estoy muy motivado…

Ángel dejó de teclear, se volvió hacia mí y nos quedamos mirándonos a los ojos.

- ¿Que no estás motivado?,- me preguntó sarcástico -. ¿No te motiva estar sentado al lado del Brad Pitt español?

- Déjate ya de Brad Pitts y mierdas,- le dije -. Que, la verdad, cansa. Cualquiera diría que te lo crees.

- Ya sabes que aquí, cuando una tontería, o una gracia, gusta, pues se explota al máximo. Mira si no cuando hicimos lo de Paquirrín. Inventamos el personaje de Miki, y gustó tanto que lo seguimos sacando, a pesar que lo de Kiko terminó hace casi un año…,- se quedó parado -. ¡Un año exacto!,- y se volvió al ordenador -. Tengo que meter esto por algún lado…

- ¿El qué?

- Hace un año justo que comenzó lo de Desmontando a Paquirrín. Podemos meter al señor que huele a vino por algún lado del guión recordándolo… Y luego, para echarlo, podríamos preparar un cumpleaños… O grabar un pequeño sketch...

- ¿Grabar un sketch ahora? ¿Has visto la hora que es?

Ángel desvió un segundo la mirada a la esquina inferior derecha de la pantalla del ordenador para volver al guión.

- Sí, y si no te das prisa, no habrá guión para tu sección.

Me volví e intenté escribir algo.
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Mensaje  Jaitower Sáb Mar 13, 2010 1:28 pm

CAPÍTULO 18

El programa había empezado. Patricia acababa de salir al plató para hacer el comentario del inicio. Mientras, yo me debatía entre hablar con Ángel o callar para siempre. Le veía ahí, sentado en la silla, repasando el guión, como siempre. Le veía concentrado, moviendo los labios mientras leía mentalmente el guión. Yo ya sabía cómo era: lo de siempre. Poniendo a los de Telecinco cayendo de un guindo, alguna cachetada para Antena 3, la puntilla para alguna otra cadena, las alabanzas a Torreiglesias... Vamos, lo de siempre.

Entre medias, algún sketch en directo. La aparición repentina del señor que huele a vino (al final has conseguido colarla, ¿eh, enano?) recordando el primer aniversario del "mongólogo", con sus ya míticos piropos: "buscona" y "casquivana" para Patricia; "homosexuales" e "hijos de Satán" para Ángel y para mí. En fin, el personaje en todo su esplendor.

Luego, nuestro informativo. ¡Ay, el informativo! Tantos años haciéndolo, tanto tiempo juntos... Esas caricias, esas miradas, esos gestos... ¿Se notaría en demasía que...? Bueno, y los comentarios... Ahora, la verdad, soy del equipo, sabiendo lo nuestro ya, y no sabría si es en broma o en serio.

- Oye, Ángel...,- conseguí acercarme. Ángel levantó la mirada -. Con respecto a lo que nos dijo antes Patri...

- No te preocupes,- me dijo plácidamente -. Ya está todo arreglado,- y se levantó con una sonrisa en el mismo momento en que Patricia le presentaba. Ángel se preparó para salir y, justo antes de aparecer en plató, me besó en la mejilla.

- ¿Qué pasó?,- se fue hasta su sitio, con cierta cojera. Hubo multitud de vítores y silbidos. Patricia apenas le dejó posarse. Ella se levantó de la silla, se acercó hasta él y le abrazó. Ángel, siguiendo con su personalidad de delante de las cámaras, se la queda mirando extrañado, pero no puede reprimirse y la abraza por un segundo. Patricia se separa, llorando, y se sienta. Toma un pañuelo y con una puntita, se seca el lagrimal.

- Bueno...,- consiguió decir la pucelana -. Pues ya estamos todos otra vez aquí... Ángel, ¿qué tal estás?,- estás últimas palabras se ahogaron en un silencioso sollozo.

- Bien... Bien... Bueno, me siento como si me hubieran atropellado, pero bien...

Patricia no pudo por menos que reír, por no llorar, recordando lo que pasó realmente. Y es que Ángel no mintió precisamente.

- La verdad,- prosiguió Ángel -, la rodilla la tengo bastante fastidiadilla. Llevó desde que salí del hospital yendo en silla de ruedas. Es más, la tengo en el camerino, pero me dejan ir de pie un poco cada día. Bueno, ¿empezamos ya con lo mío? Que después de estos dos meses me siento como el Papa.

- ¿Bueno y bondadoso?,- Patricia seguía con el pañuelo en la mano y la llorera en los ojos.

- No, con ganas de repartir hostias.

- Pues antes de nada,- dijo Patricia, interrumpiéndole -, mira la pantalla cara.

¿La pantalla cara? Había leído el guión, y no había nada de pantallas caras. Es más, Alberto pidió no hacer las revistas, ya que en todas ellas se publicaba la ya famosa foto del hospital. ¿No habrán sido capaces al final de...?

- Ángel,- dijo Patricia, dándose la vuelta para ver la pantalla -, ¿puedes explicarnos qué es esto?

Y apareció, ante el estupor y terror de mis ojos, la foto. ¡Cuadrados! ¡Si es que los tienen cuadrados! Ahora faltaba la reacción de Ángel. Y ya lo estaba viendo: se levantaría hecho una furia, gritaría a todo el mundo, puede que coja algo y lo tirara al suelo, patada a la silla, insultos para todo el equipo mientras sale del plató, algún puñetazo a la pared, y lo mismo hasta yo recibiría algo en la rifa. Pero lo que hizo Ángel me despertó de aquella pesadilla imaginaria.

- Claro,- fue lo único que dijo. Estaba ahí, sentado en su silla, con uno de sus pies apoyado en la rodilla opuesta, con el semblante tranquilo, las manos apoyadas en los brazos de la silla, y medio tumbado en la silla.

- ¿Y bien?

- Pues esa foto corresponde al otro día, cuando salí del hospital, después de dos meses del accidente que casi me costó la vida,- Ángel remarcó bastante la última frase, mirando a cámara -. Ya me dieron el alta y me iba para casa. Dani vino a ayudarme con mis cosas. Salí en la silla de ruedas que hasta ahora uso, y una bandada de buitres empezó a acosarnos,- Ángel, que te me vas... -. Y un listo, al que ya tiene todas las papeletas para el empleado de la semana, ya que lo suyo dudo que ninguna persona lo iguale en esta semana, se nos plantó en medio, sin dejarnos pasar.

Ángel trataba de disimular calma, pero se quedó en eso, en un intento, ya que yo, quien sabía cómo se sentía realmente al hablar de todo aquello, veía cómo apretaba el bolígrafo que llevaba en su mano.

- ¿Y es verdad eso de que le amenazasteis?,- preguntó Patricia, aún con voz emocionada.

- No, tan sólo Dani le dijo que se apartara, porque nos cortaba el paso. Y hay miles de cámaras que lo recogieron, así que tan sólo es cuestión de ver y comparar.

- ¿Y lo otro? ¿Lo de que sois pareja?

- A ver si esto os despeja la duda...,- se levantó y... -. ¡Dani! ¿Puedes venir un momento, por favor?

Me temblaban las piernas más que cuando hice mi primer monólogo, más que cuando hice el primer Noche Sin Tregua, más que cuando nos acostamos juntos.

- ¿Dani? ¿Dónde estás? ¿Vienes o qué?

Totalmente pálido aparecí en plató. Estaba sudando a mares. No podía pensar. El plató comenzó a darme vueltas. Me acerqué hasta Ángel.

- Ángel,- le susurré, tratando de que no lo captaran los micrófonos -. No creo que...

- Dani,- me interrumpió -. ¿Has oído lo que dicen de nosotros por ahí?

No contesté nada, por miedo a que Ángel me clavara el bolígrafo en la yugular.

- ¿Lo has oído?

- Sí...,- más que una respuesta, fue un imperceptible siseo.

- ¿Lo desmentimos?

Apenas moví la cabeza, ni afirmando ni negando, cuando Ángel me tomó de las mejillas y, sin mediar palabra, se abalanzó sobre mí para besarme en la boca. Pero no un beso de esos de teatro, que se besan realmente en las mejillas pero parece que se besan en la boca, no. Aquello fue un beso de los de toda la vida. Un beso, no de teatro, sino de película (juego de palabras malo además de previsible). Yo me quedé como el público, sin poder creérmelo, pero pronto me olvidé de todo, cerré los ojos, y le abracé por detrás de los hombros. Aquello era sólo un beso en los labios, pero, sin saber muy por qué nuestras bocas comenzaron a abrirse poco a poco para dejar libres nuestras lenguas, que comenzaron a pelear entre ellas para demostrar cuál era la más fuerte.

- ¡Bueno, bueno! ¡Ya vale!,- Patricia se levantó y nos separó. Yo me quedé alucinado, no sé si por el beso fuera de guión, si porque ya todo el mundo lo sabía ya (y con todo el mundo me refiero a TODO EL MUNDO), o por la actitud de Patricia al separarnos -. Guardar algo para la noche,- nos contestó mientras me despedía.

Yo salí del plató, no avergonzado por la escena que acababa de vivir, sino más bien como un héroe, como un victorioso militar que acababa de conquistar un punto estratégico en el campo de batalla. Batalla que comenzamos a ganar contra el corazón... el corazón de papel cuché, porque el de Ángel hizo que me rindiera desde el principio.
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Mensaje  Jaitower Dom Mar 14, 2010 11:31 am

CAPITULO 19

- O sea, que es cierto.

La frase de Patricia no la escuché. Ni tampoco la respuesta de Ángel. No oía nada. No veía nada. Estaba en mi mundo. La gente se arremolinaba a mi alrededor para hablarme, para abrazarme, darme unas palmaditas en la espalda, pero yo estaba aún alucinando por el beso. ¡Lo hizo! ¡Lo hizo! Esas dos palabras se repetían incansablemente en mi cabeza. ¡Lo hizo! Aún no me hice a la idea de que me besara en el plató, ante todo el equipo, ante el público, en directo. ¡Lo hizo! ¿Y nuestros fans? ¿Se alegrarán y nos felicitarán? ¿O desde ese momento recibiremos cartas amenazantes? ¡Lo hizo! ¿Y nuestras familias? ¿Nuestras novias? A mi madre seguro que la ha dado un infarto, mi abuela..., bueno, mi abuela cree que sería una peli. ¡Si cree que hasta el telediario es una película! Pero mi novia... Bueno, seguro que me estará llamando al móvil en ese preciso momento.

Lo malo es que les hemos dado baza a los paparazzis (no los nuestros, sino los otros, los malos). Bueno, Ángel es verdad que actuó sin conocimiento de causa (o eso creo yo) y no pensó en ello, pero bueno, ya veremos qué hacemos con lo que se nos viene encima.

- Oye tío,- me dijo Miki, fuera de plató -. Que me alegro por vosotros.

Yo salí de mis pensamientos y volví a la realidad.

- Y si te alegrabas, ¿por qué no nos has dicho nada esta mañana? No sólo tú, sino todos vosotros.

- Hombre, piensa en ello. Nos enteramos por un tercero de que si sois gays. Y, claro, vosotros no nos decís nada, y pensamos en vuestros sketches, lo del informativo y todo eso, y uno no sabe qué pensar...

- Pues podríais preguntar.

- Sí, podríamos preguntar, pero no sabes lo mal que se pasa. Quieres preguntarlo, pero en el último segundo te amedrentas y...

- Bueno, ya pasó,- le veo de arriba a abajo -. Y ahora sal ahí y haz tu papel.

Miki sonrió, me dio una palmada en el hombro y sale a escena.

- ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Usted y su padre son unos hijos de Satán homosexuales!

Me fui al camerino, pero alguien se puso en el camino.

- Oye tío, que perdona por lo de esta mañana...

- Que no pasa nada. Os entiendo. Yo creo que habría hecho lo mismo.

Se lo pensó dos segundos, pero Rober me abrazó. Abrazo secundado por las chicas: Berta, Cristina y Pilar.

- Bueno,- responde Pilar -. ¿Y el reportaje de la boda quién de nosotras lo hace?,- risas nerviosas.

- No adelantemos acontecimientos, ¿eh? Que esto apenas tiene unas semanas. ¡Y menos coñas!

Conseguí zafarme de ellos y esconderme en el camerino. Y ahí me quedé, sentado, en silencio, recordando incansablemente en mi mente ese beso, el del hospital, lo acaecido la noche anterior, (¡qué noche!). Mientras lo recordaba todo, en mi rostro se dibujó una sonrisa nerviosa, involuntaria, mientras miraba fijamente el suelo, con los ojos a punto de salirse de las cuencas. Hasta que...

- Dani, que tienes que salir ya.

Gonzalo abrió la puerta.

- ¿Cómo?

- Que ya es la hora del informativo.

Me quedé petrificado, no supe reaccionar, hasta que Gonzalo da unas palmadas. Eso me hizo levantarme y salir del camerino.

- ¡Pero cámbiate!

Me miro. Tenía que ponerme el traje para el informativo. Como alma que lleva el diablo busqué el traje, me peleé con él para ponérmelo, y salí corriendo.

- Y ya es hora de nuestro informativo "¿Qué está pasando?"

Las cámaras me pillaron llegando corriendo a mi silla.

- ¿Dónde estabas?,- me preguntó Ángel.

- En mi camerino...

- Ay... ¿Haciendo qué?

Sonrisa sarcástica de las que sólo sabe hacer Ángel. Me le quedé mirando. Los dos nos quedamos mirándonos el uno al otro, hasta que Ángel me toma de las manos. Yo entonces me deshago de ellas y miro a cámara.

- Tonto...,- le susurro -. Bienvenidos a "¿Qué está pasando?"

- Un informativo fruto del amor,- prosiguió Ángel mirando a cámara, aunque con la última palabra se volvió hacia mí. Yo también le miré. Ángel me miraba con esos ojitos..., esa carita... ¡Era imposible resistirse! Pero hice de tripas corazón y...

- Ya hablaremos en casa sobre esto...,- a cámara nuevamente -. La primera noticia es...

- Es que sí, que somos gays,- Ángel me pisó el guión... Bueno, aquello no estaba en el guión. Todo el programa era una sorpresa para mí, ya que la mitad de lo que se habló era de "aquello", y, al menos en mi guión, no venía nada.

- Somos gays,- siguió el pequeñín -. ¿Qué pasa?

- Bueno, Ángel, yo creo que este tema...

- No, este tema nada, Dani. Es más, la primera noticia va a ser el porrazo a Telecinco. El porrazo que se acaban de llevar al demostrarles que es verdad lo que decían, y que no se nos caen los anillos para desmentirlo. Llevan haciéndonos esto desde que empezamos a emitir y aún no han aprendido.

- Bueno, ten en cuenta que tú hacías y haces lo mismo.

- Ya, pero es diferente.

- ¿Diferente? ¿Cómo que diferente?

- Sí, diferente en el sentido de que nosotros les seguimos la corriente. Sin embargo, ellos, a la mínima, nos ponen una demanda.

- Vale, de acuerdo, pero esta noticia la dio DEC...

- ¡Da igual! Si tengo para todos.

- Eso es. Tú sigue en tus trece. La cosa es hacer amigos, ¿no?

- Me da igual. La cosa es que tú estés conmigo...,- y me tomó de las manos. Yo me quedé mirando como un tonto. Ángel sonreía. Le veía que esa vez sonreía de verdad, estaba realmente contento. El público reía, aplaudía, aullaba.

- ¡Ya vale!,- me solté -. Que hay gente delante... Como les decía, la primera noticia es...

La primera noticia es que... ¡AMO A ÁNGEL MARTÍN GÓMEZ! ¡Dios, que ganas tenía de gritarlo a los cuatro vientos! Pero me reprimí para seguir con el programa.
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Mensaje  Jaitower Lun Mar 15, 2010 9:09 am

CAPÍTULO 20

Cuando acabó el programa, el público se arremolinó en torno a nosotros. Todos con las cámaras preparadas y los flashes a punto. Notaba a Ángel con cierto estrés (casi como el día del hospital), pero lo disimulaba bastante bien. A mí también se me abalanzaban con la misma pregunta: "¿Pero es verdad?" Yo no sabía qué contestar, entre otras cosas, porque mi mente había conseguido fugarse de ese atolladero de personas y preguntas.

- ¡Eh! ¡Que yo soy la presentadora!,- exclamaba Patricia, en un vano intento por salvarnos de aquella marabunta humana.

- ¡Chicos, chicos, chicos!,- dijo Ángel, levantando los brazos. Aquello calmó a la gente -. Todos estáis preguntando lo mismo, y entendednos. Hace dos días que salí del hospital y, bueno, habéis visto las imágenes. Por favor, dadnos un respiro. Gracias.

El público calló. Se podía oír hasta las pisadas de una hormiga en el plató de al lado. Se notaba el ambiente triste, desganado. Ángel quería irse (huir) de allí cuanto antes. Yo sabía lo mucho que gustaba Ángel entre nuestro público, y aquella escena me empezó a dejar bastante mal sabor de boca, por lo que reaccioné.

- Ya habéis oído a Ángel, no le atosiguéis con todo lo de hoy. Y si lo hacéis, Ángel, muy gustoso, se hará fotos con todos vosotros,- Ángel se volvió hacia mí con cara de asesino. Yo le miré.

- "Entiéndelo...",- traté de decirle con la mirada.

Ángel accedió y, aunque en las primeras fotos se le notaba la pose a regañadientes, pronto empezó a divertirse y a olvidarse de todo. Es más, terminó por charlar con algunas personas del público. Algún osado pedía una foto de nosotros besándonos, pero Ángel, no sin cierto enfado en su tono de voz, respondía: "Mañana en Internet habrá un millón de fotos del programa".

Aquello se alargó mucho más de lo normal; es más, cuando NOSOTROS salimos, ya estaba anocheciendo (vale, de acuerdo, al ser invierno, ya era de noche antes de las seis, pero es que daba la sensación de que hasta las discotecas ya habían cerrado y todo). Y aquella oscuridad era perfecta para que nos sorprendieran los de siempre. Con una lluvia de destellos cegándonos, tratamos de salir de allí. ¿Que cómo sabíamos que no eran más fans esperándonos fuera? Pues por una sencilla prueba: nos metían los micrófonos casi hasta la tráquea. Conseguimos salir todos de allí. Nos repartimos por todo el aparcamiento del edificio, llegando a nuestros coches y salir de allí. Conseguí llevar a Ángel hasta mi coche y encerrarnos en él. Las cámaras y los micrófonos pronto nos rodearon y apenas dejaban ver por las ventanas. Encendí el motor y las luces. Con gestos pedí a la gente que se apartara, pero no hacían caso. Hasta que...

- ¡Ángel! ¡Ni se te ocurra!

Ángel bajó la ventanilla. Un enjambre de micrófonos entró y comenzaron a picar a Ángel. El zumbido producido por las preguntas sólo era entendible por el enano.

- Mirad el programa de hoy,- y comenzó poco a poco a subir la ventanilla. Los micrófonos, uno a uno, salieron del coche.

Metí la marcha atrás. Las luces traseras alertaron a los periodistas que estaban tras el coche. Se empezaron a apartar. Yo, mirando hacia atrás, conseguí maniobrar medio bien para salir de ese remolino de luces y personas. Cuando ya nos vimos libres, cambié de marcha y salí del recinto lo más deprisa posible, pero un ruido nos distrajo y por un segundo casi volvemos al lugar del que hace tan solo unos días salimos.

- ¿Qué coño ha sido eso?,- pregunté.

Ángel se volvió. La ventanilla trasera estaba rota, y una piedra reposaba en el asiento trasero.

- ¡Serán cabrones!,- susurró Ángel, cogiendo la piedra y enseñándomela.

- ¿Estás bien?,- le pregunté.

- Sí, ¿y tú?

- Sí, muy bien. Pero el susto ya no me lo quita nadie. ¿Por qué nos hacen esto?

- Lo que quieren es que nos enfademos... Y lo están consiguiendo. Pero hay que reprimirse, si no, acabaremos siendo como ellos.

- Pues esto es sólo el comienzo... Lo mismo mañana nos levantamos con las cuatro ruedas rajadas.

- Cuando lleves el coche al taller, ¿qué les dirás?

- La verdad: que me han tirado una piedra al coche.

Cuando llegamos a nuestra casa, decidí pasar de largo.

- ¿Qué haces?

- Por si hay más por aquí...

Con miedo, aparqué casi en la otra punta de la calle, y, con ojo avizor y paso lento, llegamos hasta la puerta. Abrí y entramos. Seguro que habría alguno por ahí escondido grabando o fotografiando entre los matorrales o los cubos de basura (desde lo de la Cuore tengo siempre esa paranoia). Llegamos a casa y nos dejamos caer en el sofá. Se nos habían quitado las ganas de cenar.

- ¡Qué día!,- exclamó Ángel.

- ¡Y la noche que nos espera!,- respondí yo, viendo mi móvil. Tenía diez mensajes y otras tantas llamadas perdidas. Todas de número familiares (en todos los sentidos). Ángel también echó mano de su teléfono.

- Y ahora, ¿qué hacemos?,- pregunté.

- Lo dejamos para mañana.

- ¿Y si nos echan la bronca de no contestarles hoy?

- Pues les decimos que, después del programa, todo el mundo nos preguntó lo mismo. Y que hubo un ejército de periodistas atrincherados fuera. Y que nos estresamos.

- Joder, estoy tan cansado que no tengo fuerzas ni de estresarme.

- Pues yo sé una manera de animarte.

- ¿Cuál?

Y se me abalanzó. Sí, ahí mismo. En el sofá. Y la verdad es que el estrés me lo quitó, pero la líbido se me subió como la espuma.
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Mensaje  D by C Lun Mar 15, 2010 8:47 pm

Aitor V., me encanta tus capítulos de Dángel!
Sigue así
Wink
Un beso!
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Mensaje  Jaitower Mar Mar 16, 2010 7:58 am

Yuju!!! Alguien sigue la historia!!! XD

CAPITULO 21

A la mañana siguiente, me desperté... pero sin que sonara el despertador. Abrí el ojo y vi la hora: las siete menos veinte. Asustado, me levanté de golpe. ¿Por qué no sonó? Si yo juraría que lo puse en hora... Me levanté de la cama, me vestí deprisa (ahora comprendo ese dicho de "vísteme despacio que tengo prisa") y justo cuando salía de la habitación, oigo unas voces... Bueno, sólo una, susurrante. Procedía del salón. Me acerqué de puntillas y me escondí tras la puerta. Asomé con cuidado la cabeza y lo vi. Ahí estaba, sentada en el sofá, dándome la espalda. Hablaba (si a eso se le podía denominar "hablar") por el móvil. Intentaba hablar lo más bajo de volumen posible, pero los aspavientos lo hacían imposible. Sé que no debí hacerlo, pero me pudo la curiosidad, y presté atención.

- Pero escucha...,- corte -. No, no. Te juro que... Pero déjame que te... No... No... Pero... Tranquilízate, todo era una broma... ¡No te pongas así!,- se le notaba que cada palabra pronunciada aumentaba su exasperación -. No es verdad,- prácticamente podía oír a la persona que le hablaba por el otro lado -. Mira, te cuelgo, y cuando te tranquilices me llamas, ¿eh? Que no hay quien hable contigo.- Y tira el móvil al suelo, seguido de ciertas palabras en catalán.

- ¿Estás bien?,- pregunté con miedo, saliendo de mi escondite.

- ¿Eh?,- Ángel se volvió, asustado -. Sí... Muy bien...

- Esto... Perdona que me meta, pero... ¿con quién hablabas?,- le pregunté mientras recogía el móvil del suelo.

- No, con nadie...

- Pues para ser nadie, te ha puesto de mala hostia,- me senté a su lado -. Era ella, ¿verdad?

- Mira, no quiero hablar de ello, ¿vale?,- se levantó enfadado.

- Ángel, tarde o temprano lo debíais de hablar.

- ¿Y tú? ¡También lo tendrás que hablar con ella!

- Sí...,- contesté con cierta depresión -. Pero me da igual. Ya lo tengo asumido,- me levanté y fui junto a él. Le abracé desde detrás -. Prefiero perder a una novia que perder a un amigo,- Ángel giró la cabeza para mirarme. Sus ojos pasaron del enfado a la tristeza. Yo rompí el lazo que hice con mis brazos en su cintura para apartar la lágrima que estaba estropeando su rostro -. No llores. De acuerdo que llevabais ya..., ¿cuántos? ¿Tres, cuatro años? Pero nosotros llevamos por lo menos quince...

- Dieciséis.

- Pues dieciséis años. Dieciséis años de pura amistad, de mutua admiración. Y es más difícil mantener una amistad que comenzarla. Venga, no te preocupes, que me tienes a mí. Y si no se tragan que sea una broma, pues... Un momento... No fue una broma, ¿verdad?

- No. Era todo real.

- Pues si es todo real... ¿Por qué coño no me has despertado?

- ¿Perdona?

- Que son casi las siete, tío.

Ángel miró su reloj de pulsera, y sus ojos casi se salen de sus órbitas.

- ¡Hostia puta!,- y se fue corriendo a la habitación.

- Si es que... ¡Ya hablaremos de eso!,- y bajé la cabeza, moviéndola.

- No tiene remedio,- pensé medio sonriéndome -. Ahora, como lleguemos tarde al estudio, todos se pondrán con la misma broma. "¿Por qué llegáis tan tarde?" "¿Qué habéis estado haciendo?"

Ángel salió a toda prisa de la habitación para meterse en la cocina. Yo le tomé del brazo.

- Déjalo. Ya tomaremos algo allí.

Durante todo el trayecto en coche, apenas cruzamos palabra alguna, hasta que decidí romper el hielo, muy a mi pesar...

- Esto... Ángel... ¿Y tus padres?

- ¿Qué pasa con ellos?

- ¿Has hablado con ellos?

- Dani, déjalo, tío. No estoy de humor.

- Pero, ¿has hablado?

- Sí, poco antes de hablar con ella.

- ¿Y?

- Pues al principio se lo tomaron bastante mal, sobre todo mi padre. Bueno, tú ya le conoces cómo es. Pero mi madre se resignó y hasta se alegró y todo.

- ¿Se alegró?,- pregunté extrañado.

- Sí. Me dijo que se alegraba. Me dijo algo así como que "me alegro de que sea Dani. Ya sabes lo simpático que siempre me ha caído ese amigo tuyo".

- Tu madre, como siempre, una santa,- respondí sonriendo.

- Pero mi padre...

- Ya, los padres suelen ser quienes menos lo comprenden. Es como si vieran en su hijo varón el último de su linaje, o como un insulto a su hombría. Yo creo que si le dices a tu padre que no te vas a casar nunca y que no vas a tener hijos, lo asumen mejor que si le dices que eres gay. Sin embargo, las madres son más sentimentales, más propensas al entendimiento. Es la naturaleza.

- Y que mi padre es de la vieja escuela...

Cuando llegamos, y salimos del coche, me suena el móvil.

- Es tu turno,- me dijo Ángel.
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Mensaje  D by C Mar Mar 16, 2010 8:22 pm

No hay de qué, Aitor, ;D !
La de hoy muy interesante cuando Ángel se lo explica a sus padres, y Dani siendo tan comprensivo.
Sigue así!
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Mensaje  Jaitower Miér Mar 17, 2010 11:46 am

CAPITULO 22

Con gran indecisión llamé. Primer tono. ¿Qué haría si me contestan? Segundo tono. ¿Qué decir, cómo decirlo? Tercer tono. ¡Por favor, que no lo coja! Cuarto tono. Dos tonos más y cuelgo. Quinto tono. Uno más, sólo uno más… Sexto to…

- ¿Diga?

Me quedé petrificado. Descolgaron. Oía a la voz del otro lado del teléfono repetir la pregunta, pero yo no sabía qué responder. Ángel me alentaba con gestos a que contestara, pero no me salían las palabras.

- ¿Dani? ¿Eres tú?

- Sí…,- contesté mecánicamente.

- ¡Ay, por fin contacto contigo!

- Hola moreneta… Ahora estaba pensando en ti…,- dije con demasiada desgana.

- Yo también… Oye, no quiero ser una pesada (lo digo por los mensajes y las perdidas que te hice ayer), pero es sobre el programa de ayer…

- Ya, yo también quería hablarte de eso…

- Dani… ¿Estás bien? Oye, si no quieres hablar de ello ahora, lo dejamos para luego… ¿Me paso por ahí cuando terminéis y lo hablamos mejor cara a cara?

- No, no. Mejor lo aclaramos ahora. Que si no, no estaré muy centrado hoy… Lo de ayer… Lo de la foto… Pues, verás…

- Tartamudeas. Y eso lo haces por dos motivos: o estás muy nervioso, o has hecho algo de lo que te arrepientes. Y me da que es lo primero…

- Yo creo que son las dos cosas a la vez…

- No me digas más. Es cierto.

- Moreneta, la verdad es que no era consciente. Surgió así, sin más. No era consciente de lo que pasaba,- empecé a ponerme más nervioso. Las manos me sudaban. El móvil se me escurría -. Perdóname, de verdad. Sabes que te quiero, pero…

- Dani, tranquilo. Casi prefiero que estés con Ángel a que estés con otra…,- notaba su voz rota.

- ¿Cómo?

- Sí. Eso significa que me quieres tanto que prefieres serme infiel con un hombre que con otra mujer…

- De verdad que lo siento… No pretendía hacerte daño…,- intentaba calmarla, pero su tristeza me llegó a través del móvil.

- Yo espero que seáis felices…,- no consiguió terminar la frase.

- Y yo deseo con toda mi alma que tú también lo seas…

- Adiós, Dani…

- Adiós… Moreneta…,- y colgamos los dos.

Comencé a llorar. Ángel se me acercó y me abrazó. Puse mi cabeza en su hombro y me desahogué. Acababa de romper con mi novia, una auténtica dama. Supo comprenderme, comprender mis sentimientos, mis pensamientos. No hizo falta que se lo confirmara con todas las palabras, pero supo de qué se trataba desde que descolgó el teléfono. Siempre la tendré presente en mi vida, aunque sea de forma metafórica. Además, me dijo que prefería que fuese Ángel que con otra. ¿De verdad que se sentía halagada a que, como mujer, me hubiera acostado con un hombre que con otra? ¿O se engañaba a ella misma? Quería volverla a llamar para pedirla perdón, pero no quería, no quería volver a lastimarla, a hacerla daño. De repente, empecé a echarla menos, a echar de menos sus besos, sus caricias, sus sonrisas, esos paseos que solíamos dar por la Ciutat Vella, las veladas a las que de vez en cuando asistíamos al Liceu, esas cenas en los restaurantes de Las Ramblas… Pero ya era todo inútil. Habíamos roto. ¿Habíamos roto? Aún no me lo podía creer.

- Tranquilo Dani,- me calmó Ángel -. Al menos la tuya lo ha comprendido.

Me sequé las lágrimas y entramos en los estudios. Cuando entramos, mis pensamientos se desvanecieron como por arte de magia. Volvíamos al pasado. Todos nos saludaban, sonreían. Aunque el tiempo seguía impasible, ya que algunos compañeros empezaron las bromas. “¿Qué habéis hecho para llegar tarde hoy?” Graciosetes…
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Mensaje  D by C Miér Mar 17, 2010 6:53 pm

Crying or Very sad Crying or Very sad Crying or Very sad Crying or Very sad Crying or Very sad
Buen capítulo, Aitor!


Última edición por D by C el Mar Mar 23, 2010 6:14 pm, editado 1 vez
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